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Los registros de Amena no contienen ninguna referencia al teléfono de la mochila de Vallecas

El análisis de los registros de base de datos aportados por Amena, y que fueron exhibidos en el juicio del 11-M, revela que no existe constancia documental de que la tarjeta telefónica encontrada en la mochila de Vallecas fuera utilizada en el teléfono encontrado en esa misma mochila. Los datos de la base de datos de Amena incorporados al sumario tampoco contienen referencia ninguna a las otras 6 tarjetas que supuestamente se activaron en Morata. Además, esos datos demuestran que la tarjeta de la mochila de Vallecas estaba introducida, a mediodía del 12-M, en un teléfono móvil de la marca Nokia, que nada tiene que ver con el de la mochila de Vallecas.

L D (Luis del Pino) Según la versión oficial de los atentados, en la mochila de Vallecas aparecieron un teléfono móvil y una tarjeta telefónica. El teléfono móvil llevaba, en teoría, a la tienda de unos hindúes, que fueron detenidos el 13-M y puestos en libertad seis semanas después.

 
La tarjeta telefónica de la mochila de Vallecas llevaba, por su parte, a un locutorio de Lavapiés propiedad de unos marroquíes, que también fueron detenidos el 13-M. Dos de esos marroquíes serían puestos en libertad también pocas semanas después de los atentados, aunque el tercero de ellos, Jamal Zougham, sigue todavía en prisión.
 
Ya hemos demostrado, en informaciones publicadas en los últimos meses, que la historia que nos contaron de la comercialización del teléfono en la tienda de unos hindúes es falsa, ya que, por un lado, los libros de contabilidad de los hindúes fueron modificados para incluir esa supuesta venta de los teléfonos; mientras que, por otro lado, es imposible que los hindúes compraran los teléfonos en la fecha que figura en las facturas, porque, como también hemos informado ya, esos datos contables no cuadran con los datos de activación de los teléfonos proporcionados por Movistar.
 
La comercialización de la tarjeta
 
La historia de la comercialización del teléfono de la mochila de Vallecas es, por tanto, falsa. ¿Es posible que también lo sea la historia de la comercialización de la tarjeta telefónica supuestamente vendida en el locutorio de Lavapiés propiedad de Jamal Zougham?
 
En realidad, es bastante probable. Como ya informó Libertad Digital en su día, la factura de compra que demostraría que esa tarjeta telefónica de la mochila de Vallecas fue a parar al locutorio de Lavapiés presenta también irregularidades.
 
Según la versión oficial, Jamal Zougham compró 200 tarjetas telefónicas de Amena a un bazar denominado Sindhu Enterprise. Esas 200 tarjetas provenían de varios lotes que ese bazar, Sindhu Enterprise, había adquirido. De las 200 tarjetas, hay 170 cuyo número no conocemos, porque Sindhu Enterprise era una empresa pequeña, al igual que lo era su proveedor habitual, y ni una empresa ni la otra apuntaban los números de las tarjetas que Sindhu Enterprise adquiría. Sin embargo, hay otras 30 tarjetas de esas 200 de las que sí tenemos el número, entre ellas la de la mochila de Vallecas, por el simple hecho de que esa empresa denominada Sindhu Enterprise adquirió un lote de 30 tarjetas directamente a uno de los mayoristas del sector, llamado Uritel.
 
Es decir, si sabemos que la tarjeta de la mochila de Vallecas se comercializó en un locutorio de Lavapiés es porque la empresa Sindhu Enterprise, saltándose a su proveedor habitual, compró, por primera y única vez en su historia, un lote de 30 tarjetas directamente a uno de los mayoristas del sector, que sí que apuntaba el número telefónico de las tarjetas que vendía.
 
Sin ese providencial lote, no hubiera habido forma de averiguar dónde se había vendido la tarjeta de la mochila de Vallecas. Además, curiosamente, ese lote adquirido por Sindhu Enterprise al mayorista Uritel fue comprado a mayor precio que el que Sindhu Enterprise pagaba normalmente a su proveedor.
 
El vínculo con Morata
 
El engaño relativo a la tarjeta telefónica de la mochila de Vallecas no acaba con lo referente a su comercialización.
 
Para la versión oficial, era necesario proporcionar una vinculación entre esa tarjeta y la supuesta trama islamista responsable de los atentados. Esa vinculación se realizó a través de la casa de Morata de Tajuña.
 
Lo que la versión oficial nos cuenta es que la tarjeta de la mochila de Vallecas y otras seis tarjetas del mismo lote se activaron el día anterior a los atentados bajo la cobertura del repetidor de Morata de Tajuña, lo cual demostraría, según la versión oficial, que fueron Jamal Ahmidan, El Chino, y su banda los que habrían montado las bombas.
 
En realidad, también en esto, cuando empezamos a escarbar en el sumario, nos encontramos con contradicciones que apuntan a que esa supuesta activación de las tarjetas en Morata es un montaje.
 
En primer lugar, y como ya hemos denunciado en Libertad Digital, los datos acerca de esa supuesta activación son contradictorios entre sí. Lo normal es que, si esa activación se produjo realmente, la Policía hubiera adjuntado al sumario directamente los datos proporcionados por la empresa Amena, en los que constara esa activación. O que, al menos, hubiera adjuntado al sumario un informe de conclusiones donde quedara claramente reflejado ese episodio de la activación de las tarjetas.
 
Sin embargo, esos datos no fueron adjuntados al sumario hasta dos años después de los atentados, cuando la causa estaba a punto de cerrarse, y sólo después de que los medios de comunicación hubiéramos denunciado que los informes de la Policía eran contradictorios hasta en los datos más básicos. Por ejemplo, mientras que unos informes policiales decían que esas siete tarjetas se habían activado en Morata durante la tarde del día 10 de marzo, otros informes decían que se habían activado por la noche, y otros afirmaban que sólo se podía saber que se habían activado después de las 2 de la mañana del día 9 de marzo. ¿Cómo es posible que los distintos informes policiales se contradijeran entre sí?
 
Ante semejante cúmulo de incongruencias, el juez Del Olmo pidió a la empresa Amena que nombrara a dos peritos, a los que otorgó la condición de peritos protegidos, y esos peritos emitieron un informe en el que añadían una cuarta versión sobre la activación de esa tarjetas, en la que se afirmaba que se habían activado entre las 2 de la mañana del día 10 de marzo y las 2 de la mañana del 11 de marzo.
 
Además, el Director de Seguridad de Amena, José Domingo Río, envió al juez varios cientos de páginas supuestamente extraídas de la base de datos de Amena (las cuales constan en el Tomo 204 del sumario) en las que se describían las operaciones que un empleado de Amena realizó el 12 de marzo para determinar la hora en que la tarjeta de la mochila de Vallecas se había activado en Morata de Tajuña.
 
Demasiadas contradicciones, y muy oportuno el informe adjuntado al sumario en vísperas del cierre de las investigaciones.
 
La Ley de Probabilidades
 
Pero no son sólo esas contradicciones de los informes policiales las que permiten sospechar que, en realidad, esa activación de las tarjetas en Morata es también un montaje. Hay otra razón que nos permite afirmar, sin temor a equivocarnos, que la historia de las tarjetas es, en efecto, otro invento más. Esa razón, como ya hemos comentado en un capítulo anterior de esta serie, se llama Ley de Probabilidades.
 
Ya hemos dicho que, según la versión oficial, Jamal Zougham compró para su locutorio de Lavapiés 200 tarjetas a una empresa denominada Sindhu Enterprise. De esas 200 tarjetas, hay 170 de las que no conocemos su número, porque Sindhu Enterprise se las adquirió a su proveedor habitual, mientras que de las otras 30 sí conocemos el número porque hubo un lote de tarjetas que Sindhu Enterprise adquirió directamente al mayorista Uritel.
 
Pues bien, resulta que las 7 tarjetas activadas en Morata pertenecen todas ellas al mismo lote, ese lote milagroso que Sindhu Enterprise adquirió a Uritel y que tan oportuno resultó para poder detener a Zougham el 13 de marzo.
 
Esta coincidencia es completamente inverosímil. Para ver hasta qué punto, basta con recurrir a la Ley de Probabilidades. Al locutorio de Zougham llegaron 200 tarjetas: 30 de ellas (como máximo) correspondían al pedido milagroso de Uritel, mientras que las otras 170 fueron adquiridas al proveedor habitual de Sindhu. Hagamos el siguiente experimento: metamos las 200 tarjetas en una bolsa y saquemos 7 tarjetas al azar (las siete tarjetas de Morata). En esas condiciones, la probabilidad de que esas 7 tarjetas extraídas al azar pertenezcan, todas ellas, a las 30 de Uritel es de... menos de uno entre un millón.
 
En otras palabras: si repitiéramos la secuencia de acontecimientos del atentado un millón de veces, sólo una vez (por término medio) se daría la inmensa casualidad de que las siete tarjetas activadas en Morata provinieran todas de ese lote milagroso de Uritel.
 
La mochila de Vallecas
 
Tenemos, por tanto, una mochila de Vallecas que nadie vio en los trenes, ni el trayecto hasta la comisaría de Puente de Vallecas, y que contenía un supuesto artefacto explosivo.
 
Una mochila en la que el único rastro de ADN que aparece, según los análisis realizados, es de un europeo, no de un magrebí.
 
Una mochila sobre cuya hora de aparición ni siquiera están de acuerdo las distintas declaraciones e informes policiales.
 
Una mochila que no consta en el listado de objetos inventariados en la comisaría de Puente de Vallecas.
 
Una mochila desactivada en Parque Azorín en la madrugada del 11 al 12 de marzo, sin que exista una sola fotografía ni antes ni después de su desactivación.
 
Una mochila que tenía clavos y tornillos como metralla, a diferencia de las bombas que estallaron en los trenes, lo que demuestra que tenía una composición diferente.
 
Una mochila con un teléfono que no podía dar la corriente suficiente para garantizar el estallido del modelo de detonador concreto utilizado en el artefacto.
 
Una mochila en la que dos cables se habían dejado sin conectar, lo que hacía que fuera imposible que estallara.
 
Una mochila con un teléfono para explicar el origen del cual se falsificaron los registros contables del bazar regentado por los hindúes detenidos el 13-M.
 
Una mochila con una tarjeta telefónica que pertenece, casualmente, al único lote de tarjetas comprado por la empresa Sindhu Enterprise para el cual podemos identificar los números telefónicos. Lote de tarjetas que, además, fue el único comprado por Sindhu Enterprise directamente a un mayorista y a un precio superior al que pagaba a su proveedor habitual.
 
Una mochila con una tarjeta telefónica que nos dicen que se activó en Morata de Tajuña el día anterior a los atentados, pero la Policía fue incapaz, durante dos años, de aclarar a qué hora se activó.
 
Una mochila con una tarjeta telefónica que nos dicen que se activó en Morata junto con otras seis tarjetas, resultando que todas ellas pertenecen a ese lote milagroso de 30 tarjetas comprado por Sindhu Enterprise, lo que contradice todas las leyes de la probabilidad.
 
A la luz de todo esto, ¿cabe alguna explicación racional que no sea aseverar que la mochila de Vallecas fue fabricada a posteriori de la masacre y que la justificación documental de las detenciones del 13-M fue hecha, también, a posteriori de la masacre?
 
Pero las sospechas de falsificación no acaban ni siquiera aquí.
 
La base de datos de Amena
 
Hemos dicho que la empresa Amena presentó, dos años después de los atentados, un informe de casi cuatrocientas páginas supuestamente extraídas de la base de datos de Amena, con el fin de demostrar que la tarjeta de la mochila de Vallecas se activó en Morata de Tajuña el día anterior a los atentados. En ese informe, incluido en el folio 80.003 (Tomo 204) del sumario, se describen las operaciones que un desconocido empleado de Amena realizó el 12 de marzo para determinar la hora de activación de la tarjeta de la mochila de Vallecas en Morata.
 
Lo primero que hay que resaltar es que los datos de activación de tarjetas debajo de un repetidor sólo se mantenían en las bases de datos de Amena durante 72 horas. Por tanto, el primer aspecto chocante es que los datos contenidos en ese informe que Amena remitió al juez dos años después del atentado tuvieron que ser obtenidos en las horas inmediatamente posteriores a la masacre. De hecho, así lo reconoció el propio Director de Seguridad de Amena, José Domingo Río, en su declaración ante el tribunal, que afirmó que esos datos fueron extraídos de la base de datos de Amena al día siguiente del 11-M. Pero entonces, si esos datos estaban disponibles desde el día siguiente al atentado, ¿cómo es posible que los informes policiales emitidos durante dos años contuvieran tantas contradicciones? ¿Cómo es posible que esos datos se le ocultaran al juez Del Olmo durante dos años?
 
En segundo lugar, hay que resaltar que esos datos remitidos al juez dos años después de los atentados están contenidos en un archivo de texto normal y corriente, lo que implica que resulta perfectamente posible manipular el contenido de ese archivo sin dejar el más mínimo rastro. De hecho, el informe completo podría perfectamente haber sido construido a partir de datos inexistentes y no habría forma de diferenciarlo de un archivo real extraído de la base de datos de Amena. Para aceptar la veracidad de los datos contenidos en ese informe, no nos queda otra opción que fiarnos de que quienquiera que custodiara ese archivo durante dos años no lo haya manipulado.
 
Pero, aceptando que el contenido de ese informe sea cierto, lo más llamativo es que, al analizar esos datos remitidos por Amena se comprueba que no existe la más mínima referencia al teléfono de la mochila de Vallecas. En otras palabras, según ese informe de Amena, la tarjeta telefónica de la mochila de Vallecas se encendió en Morata de Tajuña en algún momento en torno al 11-M, pero en ninguna parte del informe, en ninguna parte de esas cuatrocientas páginas de datos, aparece la más mínima referencia a con qué teléfono se encendió esa tarjeta en Morata.
 
Es decir, que los datos del informe entregado por Amena dos años después del atentado no vinculan en ningún momento la tarjeta de la mochila de Vallecas con el teléfono de la mochila de Vallecas.
 
¿Qué pasa con las 7 tarjetas?
 
Pero no es sólo que ese informe de Amena no establezca vinculación alguna entre el teléfono de la mochila de Vallecas y la tarjeta telefónica supuestamente hallada en su interior.
 
Es que, además, ese informe de Amena tampoco contiene la más mínima referencia ni a las otras seis tarjetas que supuestamente se activaron en Morata de Tajuña, ni a los seis teléfonos con los que esas tarjetas se hubieran activado.
 
Pero entonces, si los propios datos entregados por Amena al juez no contienen la más mínima referencia a esas otras seis tarjetas y esos otros seis teléfonos, ¿de dónde sale la historia de que hubo siete teléfonos que se activaron en Morata de Tajuña?
 
Esas dos personas que fueron designadas por la propia Amena como peritos y a los que el juez Del Olmo, sin que exista ninguna razón lógica para ello, nombró peritos protegidos, ocultando así su identidad, declararon en sus informes y en el juicio que sí que hubo siete tarjetas que se activaron en Morata de Tajuña. Pero entonces, esa información tienen que haberla obtenido de otro conjunto de datos distinto del que se entregó al juez Del Olmo y que consta en el Tomo 204 del sumario; tienen que haberla obtenido de datos adicionales que no han sido puestos a disposición de las partes personadas en el juicio y que tienen que ir mucho más allá de los centenares de folios adjuntados al sumario.
 
¿Cuáles son esos datos en los que los peritos basaron su informe? ¿Por qué esos datos no se entregaron a los abogados con el resto del sumario? Existe, en realidad, algún dato que demuestre la activación de esas siete tarjetas en Morata de Tajuña?
 
El teléfono Nokia
 
Pero los aspectos extraños no acaban aquí. Lo más grave no es que el informe de Amena no haga la más mínima mención del teléfono Trium de la mochila de Vallecas. Tampoco es lo más grave que no aparezca la más mínima mención a las otras seis tarjetas y teléfonos supuestamente activados en Morata.
 
Lo más grave es que, por si fuera poco lo anterior, el informe demuestra que a mediodía del 12-M la tarjeta de la mochila de Vallecas estaba introducida en un teléfono de la marca Nokia, que nada tiene que ver con el teléfono Trium de la mochila de Vallecas.
 
En concreto, esos datos aportados por Amena demuestran (en el folio 80.091) que a las 14:06 del 12-M alguien consultó la base de datos de Amena y, en ese momento, la tarjeta telefónica de la mochila de Vallecas (de número 652282963) estaba introducida en un teléfono móvil con número de serie (IMEI) 350894105892010, el cual se encontraba encendido bajo la cobertura de un repetidor que no es el de Morata de Tajuña. Ese IMEI corresponde a un teléfono de la marca Nokia, siendo distinto, por tanto, del Mitsubishi Trium de la mochila de Vallecas.
 
Es decir, que en ese informe de Amena de centenares de páginas no sólo no se demuestra que la tarjeta de la mochila de Vallecas fuera introducida alguna vez en un Trium, sino que resulta que a mediodía del 12-M estaba introducida en un Nokia.
 
¿A quién pertenecía ese teléfono Nokia? ¿Por qué nadie ha explicado, ni en el sumario, ni en el juicio, que la tarjeta de la mochila de Vallecas estaba introducida el 12-M en un teléfono distinto del de la mochila de Vallecas? ¿Quién introdujo la tarjeta en ese teléfono y con qué propósito?
 
Se trata de un detalle de extraordinaria gravedad. No sólo es que ese hecho arroje dudas de que esa tarjeta se utilizara en un Trium, tal como la versión oficial sostenía. No sólo es que ese hecho plantee preguntas sobre los motivos que se pudieron tener para introducir en otro teléfono la tarjeta. Es que, además, ese informe demuestra que a mediodía del 12-M quedaron destruidos los registros de la base de datos de Amena relativos a la posible utilización de la tarjeta de la mochila de Vallecas en el entorno de Morata de Tajuña, por el simple hecho de que, al activarse una tarjeta en un repetidor distinto, se borran los datos que hubiera en los demás repetidores, como quedó acreditado en el juicio.
 
Por tanto, si a las 14:06 del 12-M la tarjeta de la mochila de Vallecas estaba introducida en un teléfono móvil de la marca Nokia y ese teléfono estaba encendido bajo un repetidor distinto al de Morata, ¿cómo es posible que el Director de Seguridad de Amena, José Domingo Río, declarara en el juicio que la activación de los teléfonos en Morata se detectó en la tarde-noche del 12-M? Eso es imposible, porque a esa hora los registros de la base de datos relativos a la activación de la tarjeta de la mochila de Vallecas en Morata habían quedado sobrescritos, desde al menos las 14:06 horas, al encender la tarjeta con otro teléfono distinto y bajo un repetidor diferente.
 
Corolario
 
Como vemos, a medida que se profundiza en los datos, el número de indicios de posible manipulación de las investigaciones aumenta, en lugar de disminuir. No es cierta la presencia de la mochila de Vallecas en los trenes. No es cierta la venta del teléfono de la mochila en la tienda de unos hindúes. No es cierta, con toda probabilidad, la venta de la tarjeta de la mochila en el locutorio de Zougham. No es cierta, con toda probabilidad, la activación de las siete tarjetas de Morata. No es cierta la presencia de un resto de explosivo en la furgoneta Kangoo en la mañana del 11-M. No es cierta la utilización de Goma2-ECO en los trenes. No es cierto el uso del coche Skoda Fabia por parte de ningún supuesto terrorista. No es cierta la existencia de ningún tiroteo en Zarzaquemada previo a la explosión del piso de Leganés... ¿Hay algo de cierto en la historia que nos contaron?

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