L D (EFE) A pesar de la escasa presencia de representantes políticos, Llamazares por parte de IU y Trinidad Jiménez o Leire Pajín, por parte del PSOE, la manifestación en el primer aniversario de la guerra de Irak ha tenido un acento marcadamente político. Lo han puesto los encargados de leer los comunicados, entre ellos, el Nobel de Literatura, José Saramago, al que su "comunismo libertario" le ha llevado a felicitarse por el resultado electoral del pasado domingo. La escritora Almudena Grandes, que rechazó la propuesta de Zapatero para ser su número dos en la lista por Madrid las pasadas elecciones, también ha subido al escenario instalado en la madrileña Puerta del Sol. Lo mismo han hecho gentes del espectáculo como la actriz María Barranco, que en ocasiones ha actuado como telonera de Zapatero en los actos del PSOE.
A continuación, María Rosa Peñaroya, brigadista española que permaneció en Bagdad durante la guerra, explicó que "el pueblo iraquí que nos encontramos tenía muy clara la diferencia entre la postura del Gobierno de España y la del pueblo español", razón por la que, dijo, "sabemos que el 11-M no ha sido perpetrado por el pueblo iraquí".
Tras Peñaroya, los actores Juan Diego y María Barranco dieron lectura a la que denominaron "Declaración de Madrid", un texto en el que condenaron los atentados del 11-M y mostraron su "solidaridad" con las víctimas y sus familias, además de denunciar la "tergiversación" y "ocultación" de la información acerca de la autoría de los atentados por parte del Gobierno del PP. También reiteraron su apoyo a las "legítimas aspiraciones" de los pueblos iraquí, palestino y checheno, y advirtieron de que la autoría de los atentados de Madrid "no debe inducir a la xenofobia".
José Saramago y Almudena Grandes gritaron "no a la guerra, sí a la paz, no a la ocupación y sí al derecho a vivir libre" y advirtieron de que "los nuevos autoritarismos amenazan el mundo". Saramago dijo durante la lectura de su texto que Madrid es hoy "la capital moral de Europa, no la capital política, ni económica, ni militar, pero sí la capital moral de lo que algunos osaron llamar vieja Europa".
