Menú

La guerra del agua hunde el nuevo Estatuto de Castilla-La Mancha

El PP ha tenido que negociar hasta el último minuto para alcanzar lo que se le presumía: un discurso "único y nacional" en materia del agua. Al final, propuso un Estatuto de C-LM sin "reserva" hidráulica pero sí con "necesidad" de 4.000 hectómetros cúbicos. El PSOE, bajo batuta de Barreda, lo tumbó.

El PP ha tenido que negociar hasta el último minuto para alcanzar lo que se le presumía: un discurso "único y nacional" en materia del agua. Al final, propuso un Estatuto de C-LM sin "reserva" hidráulica pero sí con "necesidad" de 4.000 hectómetros cúbicos. El PSOE, bajo batuta de Barreda, lo tumbó.

El PP que en 2001 aprobó el Plan Hidrológico Nacional ha tenido que negociar hasta el último minuto para conseguir lo que en su día nadie ponía en duda: un discurso “único y nacional” en materia de agua. Hoy las cosas son distintas.

A media mañana, se reunían en el Congreso de los Diputados María Dolores de Cospedal, Soraya Sáenz de Santamaría y Ramón Luis Valcárcel. Éste último había acudido a las Cortes a redoblar la presión para que la reforma de Estatuto de Castilla-La Mancha no dañara los intereses de Levante. Mariano Rajoy y Francisco Camps aguardaban noticias desde un segundo plano.

El objetivo: alcanzar un texto de consenso que entregar al PSOE en la Comisión Constitucional, que votaba a las 16:00 horas la reforma estatutaria. Al final, todos cedían: el presidente Valcárcel conseguía que se eliminara cualquier término semejante a “reserva” o “depósito”, la secretaria general de los populares -y, en esos momentos más importante, presidenta del PP de C-LM- lograba fijar “las necesidades” de agua de la región en “4.000 hectómetros/cúbicos”.

“¡Fumata blanca!”, exclamaron entonces desde el Grupo Popular, donde se había instalado la idea de que el PP llegaría fracturado a la votación, corroborándose así que del espíritu del PHN ya no quedaba nada. Pocos minutos antes de arrancar la comisión, el ponente de la formación, Arturo García Tizón, presentaba la última propuesta a los suyos:

"El agua como fuente de vida y soporte natural de actividades humanas de gran trascendencia económica y social para nuestra Comunidad no puede ser regulada como un bien comercial sin más, sino como un patrimonio que hay que proteger y defender.

Castilla-La Mancha siempre ha defendido una gestión sostenible de los recursos hídricos que hiciese compatible la satisfacción de las necesidades propias con la solidaridad de otros territorios de España.

A estos efectos, la Junta de Comunidades ha decidido que las necesidades de agua para un desarrollo equilibrado y sostenible de C-LM asciende a 4.000 hectómetros/cúbicos/años, a fin de alcanzar los objetivos medioambientales que establecen las normativas vigentes y conforme al principio de prioridad de las cuencas cedentes que establece la legislación vigente".

El PP le daba la vuelta a la tortilla y el PSOE se veía en la tesitura de respaldar el texto, que convertiría de inmediato a Cospedal en la triunfadora de la aprobación, o de rechazarlo, poniéndose así en contra a sus dirigentes levantinos, muy proclives a la última propuesta popular. Pedían un receso.

Treinta minutos en los que, según las fuentes consultadas por Libertad Digital, el ponente socialista, Alejandro Alonso, llamaba al presidente castellano-manchego, José María Barreda, para informarle de la jugada de los populares. El barón del PSOE era tajante: “no habrá acuerdo, que se devuelva a las Cortes”. Y así lo transmitió a Alonso nada más arrancar de nuevo la comisión: “la propuesta es claramente inaceptable e insultante”. O en otras palabras: caían en saco roto más dos años y medio de negociación.

La votación era la siguiente: el dictamen de la reforma del Estatuto del PSOE -que incluía el polémico término “reserva”- salía adelante por un solo voto a favor, la contrapropuesta del PP era finalmente tumbada. Para poder ser votada en el pleno, ambas formaciones tenían que llegar a un acuerdo habida cuenta de que los partidos nacionalistas, por decencia, se habían apartado del proceso.

Inmediatamente después, Barreda anunciaba la retirada del texto estatutario al no haberse logrado el consenso y la guerra dialéctica también estaba servida ante el estrepitoso fracaso. El número dos del PSOE en el Congreso, Eduardo Madina, acusaba a Cospedal de “matar” el Estatuto. La secretaria general de los populares replicaba que el PP ha hecho “extraordinarios esfuerzos” para llegar a un acuerdo pero Barreda “no ha estado a la altura de las circunstancias y no ha tenido sentido común”.

Ya en clave interna, Cospedal sacó pecho: “el discurso del PP en materia de agua es único y nacional”. En hasta tres ocasiones fue preguntada por este extremo en una improvisada rueda de prensa en la Carrera de San Jerónimo, a lo que siempre contestó: “es la postura de todo el PP, me he reunido en todo el mundo como es mi obligación, soy secretaria general del partido”.

Su entorno era aún más contundente: “hemos forzado la maquinaria hasta el final, pero lo hemos conseguido”. Y es que, a su juicio, Cospedal volvía a hacer valer su cargo de número dos y “metía en vereda” a los suyos. En Levante negaban la mayor: "Barreda vuelve triunfador, no existe estatuto".

Peleas internas que sólo hacen constatar, ante un Rajoy desaparecido, que los principios del PP, también en materia de agua, parecen tocados de muerte.

Temas

En España

    0
    comentarios
    Acceda a los 25 comentarios guardados