El consejo de Rodrigo Rato –en lugar de bajar impuestos, reduzca el consumo de carburantes- ha dejado perplejo o estupefacto al personal. Sobre todo si se escuchó, en boca del vicepresidente, el argumento completo: El Estado obtiene un billón en impuestos de hidrocarburos. No querrá usted que esa cantidad la remitamos a los productores de petróleo, y estará de acuerdo en que se la quede el Estado...
Esa España del ahorro, sin embargo, rompe un poco, o mucho, los esquemas de la España va bien. Va bien, pero quienes se vean apretados por el coste de las gasolinas no tendrán más remedio que consumir menos, y el campo se queda a medio arar porque se acabó el gasóleo del tractor, “se siente”, y si el pesquero no llega más allá de las treinta millas, que no vaya a las setenta a faenar. La filosofía “ratiana” tiene poco de solidaria, pero Rato tenía necesidad de empezar a combatir a su adversario Zapatero, y eso fue lo que se le ocurrió, o lo que le inspiraron. Cebe esperar que en el debate de este miércoles entre Aznar y Zapatero, al presidente no se le ocurrirá repetir la doctrina ratiana. Incluso podría desautorizarla hábil pero abiertamente. Con lo cual se comprobaría que la pasión del señorito por su presunto delfín está en baja...

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