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Germán Yanke

Uno de los grandes

Ángel González es uno de los grandes poetas de la Generación del 50, que sin duda es el grupo más interesante de la poesía española del siglo XX, el que, por utilizar una expresión de Vallejo, devuelve a los hombres la palabra como hicieron, en la primera parte de ese siglo, Unamuno y Machado. ¿Y mientras? Mientras se experimentó demasiado con la palabra. O bien se quiso construir la paradoja de convertir la palabra poética en inefable, o en constructora de mundos ajenos a los afanes de los mortales, o bien se quiso convertirla en un arma para cambiar el mundo.

La poesía de González, como la mejor de ese grupo (en el que se mezclaban, además, las afinidades literarias y las personales), no pierde nunca pie, se mantiene en un realismo que, sin necesidad de renunciar a la imaginación, convierte el poema en un artefacto literario verosímil para el lector. Sus temas están conectados con la vida, el tiempo –el tiempo real, el del calendario– es parte del escenario de lo que nos cuenta, la palabra convierte las experiencias en poesía sin necesidad de inventar un lenguaje.

El poeta, en este caso Ángel González, no es un demiurgo, sino un hombre como todos nosotros que, además, sabe escribir poemas. Cumple así la bendición que Elliot ideó para que los lectores saludaran a los buenos poetas: "Así escribiría yo si supiese escribir poesía".

101+19=120 recoge una selección de poemas ya publicados, hecha por el propio autor, a la que ha añadido los 19 inéditos a los que hace referencia el título. Un prólogo de Luis García Montero encuadra la poética de González en la poesía española del siglo XX y analiza las claves principales de un maestro de la ironía y de la moral. Hay en el libro mucho sentido del humor, a veces algunos chistes geniales. Y también muestras de desencanto. Uno y otro conforman su especial ironía. Una ironía vista como el bisturí que saja la apariencia de la realidad y trata de buscar lo que hay de más profunda. Maestro también de la moral en el sentido que daba esta palabra Jaime Gil de Biedma, de 'mores', costumbre. Todo ello hace que una poesía que ronda las preocupaciones y los afanes más personales -íntimos o del entorno social inmediato, desde el amor a la burocracia- adquiera la distancia suficiente para que sea también nuestra.

La lectura de estas 225 páginas de antología personal, que constituye una gratificante experiencia, hace comprender la justicia de los galardones y reconocimientos recibidos por Ángel González (el Príncipe de Asturias, el Reina Sofía, el sillón en la Academia). Y resulta todo tan cercano que, al mismo tiempo, genera sana envidia de quienes fueron alumnos de tan grande maestro en su larga trayectoria docente en las universidades norteamericanas.

Ángel González, 101+19=120.Visor, Madrid, 2000

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