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Hace un mes los representantes de la Generalidad de Cataluña, es decir, del señor Pujol y del señor Durán i Lleida, amén de los representantes de Esquerra Republicana promotores del acto, se hermanaban con Arnaldo Otegui, representante "político" de la banda etarra en el parlamento Vasco, para homenajear a Lluis Companys en el aniversario de su fusilamiento. Sin haber hecho la guerra a nadie, ni haber proclamado un Estado independiente, ni haberse rebelado contra la legalidad democrática, como hizo Companys en 1934 contra la Segunda República, ayer fue asesinado de un tiro en la nuca y rematado en el suelo un concejal del Partido Popular en San Adrián del Besós. Una muerte infinitamente más cobarde, injusta y miserable que la del propio Companys. Pero, por supuesto, de los que homenajeaban en Companys el supuesto sacrificio por las libertades no saldrán homenajes al concejal popular, el décimo de este partido asesinado por ETA. Ni uno.


En algunos casos, quizás en casi todos, ni siquiera se condenará este atentado en particular y el terrorismo nacionalista en particular. Y es que la Declaración de Barcelona, cobertura pujolista del pacto de Estella entre el PNV y ETA, sigue vigente. Dormida, congelada, temporalmente detenida por falta de combustible político, como el propio Pacto de Estella, pero ahí está. Los nacionalistas antiespañoles de Cataluña y Galicia respaldan, como los nacionalistas vascos llamados democráticos, de una u otra forma el terrorismo etarra, precisamente porque es nacionalista y antiespañol. Eso les basta para aceptar que se asesine al prójimo si es un representante político español, aun el más modesto: un concejal. Lo más que llegarán a hacer algunos nacionalistas catalanes es lamentar que les pongan los muertos allí, ante sus narices, porque los comprometen. Otros aprovecherán, como el infame portavoz del terrorismo en el Parlamento Europeo, para atacar al partido y a la memoria misma del muerto, en la más cruel de las tradiciones terroristas, que exige insultar al cadáver para que se borre la condición humana de los asesinados y haya nuevos matarifes ayunos de remordimientos dispuestos a asesinar mañana a otro. Al que sea. Al que le manden. Al que menos se pueda defender.


Que el BNG se ayunte al PNV y EA para no condenar los crímenes etarras en el Parlamento Europeo debería refrescar la memoria y la conciencia de los socialistas que han pactado con ellos el reparto del poder municipal en Galicia. Por la misma razón que socialistas y populares piden que dimitan Ibarreche y Balza, por su complicidad objetiva e institucional con el terrorismo, el PSOE debería romper cualquier pacto con el BNG, porque una vez más ha demostrado lo que es. O lo que un político antaño respetable como Camilo Nogueira ha llegado a ser al lado de Beiras. Convergencia y Unió sólo se apuntaron ayer a la condena del terrorismo en el Parlamento Europeo cuando saltó la noticia del asesinato en San Adrián del Besós. Si no, tampoco la hubieran apoyado. Y este es el auténtico entramado de complicidades y aberraciones que rodean y refuerzan al terrorismo en España: los demás nacionalistas, que prefieren el nacionalismo antes que la democracia, y los dos grandes partidos partidos españoles, especialmente el PSOE, que prefieren repartirse el Poder con los nacionalistas antes que defender la libertad, la vida, la Nación y la Constitución de todos.

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