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Alberto Míguez

La bofetada

La bofetada que los electores franceses propinaron el domingo a la clase política indígena son de las que hacen época. Un 70% de los ciudadanos llamados a las urnas decidieron no acudir y un cinco por ciento de los que lo hicieron, votaron en blanco. Más claro, agua. En los nueve referendos celebrados durante la V República nunca la abstención había sido tan aguda y la estupidez de los políticos para asumir unos resultados clarísimos, tan abrumadora.

Diez minutos después de cerrarse las urnas y conocerse el desastre, el presidente de la República, Jacques Chirac, se dirigió a sus ciudadanos en el tono amenazador y pseudodidáctico que le caracteriza (una mezcla de oratoria de Fraga y González) para decir lo siguiente: la abstención de hoy demuestra que son necesarios más refrendos.

Sólo un idiota rematado, alejado de las realidad cotidianas que de verdad preocupan a la gente, podría imaginar semejante estulticia.

Los analistas galos han dicho y repetido en bastantes ocasiones que la derecha francesa era la estúpida (“bete”) de Europa. Después del referéndum sobre el quinquenato que nadie pidió y que a nadie interesaba, el calificativo hay que extenderlo también a la izquierda que se unió a la derecha en esta aventura. La bofetada no ha servido aparentemente para nada porque no hay peor sordo que el que no quiere oír.

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