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Mal, muy mal está encaminando Zapatero sus debates con el Presidente del Gobierno. Este miércoles, José María Aznar, que en política no es lo que se dice un alma compasiva, le atizó un guantazo de los que dejan temblando los incisivos y algún molar. Y lo peor es que le pega donde quiere, como quiere y además da la sensación de que no quiere abusar de su fuerza. A este paso, el aspirante va a salir acorralado de su rincón sin que el campeón haya pisado la lona.

Y es que el problema no está sólo en el aspirante, sino precisamente en el rincón. No hay preparadores, no hay guionistas, no hay nadie que piense un poco antes lo que Zapatero tiene que hacer, que es paso previo a lo que tenga que decir. Y si no tiene que decir nada, lo mejor es que se calle. Que coja la gripe de los miércoles y que hablen Caldera, Sevilla o Leire Pajín. Cualquiera menos Zapatero.

No se puede pedir, como hace Zapatero, que el Gobierno baje los impuestos en función de las protestas de hoy y de mañana. No se debe y además no se puede, porque ¿cuánto deberían bajar mañana los impuestos si el precio del petróleo está lejos de estabilizarse? ¿Habría que hacer una tabla de bajada de impuestos indizada al precio del crudo? ¿Y cómo cuadraría luego el Presupuesto? ¿Cómo se combate el déficit? ¿Que hacemos con el IRPF? ¿En qué quedamos: somos liberales, somos intervencionistas o somos lo que diga el telediario de las nueve?

O Zapatero se pone las botas o, como dicen los castizos, se lo calzan. Ay.