Desde la desaparición de la URSS, no ha existido dictadura comunista que pudiera perdurar en Europa. Sin el paraguas del Ejército Rojo, en apenas unos meses, todos los regímenes se fundieron como miserables azucarillos dando lugar a democracias o a estados en que los perros comunistas se ciñeron el collar nacionalista. La excepción –seguramente porque su existencia no se debía directamente a Moscú– fue Yugoslavia, y lo fue para mal. Finalmente, el mecanismo del terror –el que ha mantenido durante décadas en el poder a los distintos partidos comunistas– se atascó y Milosevic se ha visto desalojado del sillón dictatorial.
Es una buena noticia pero permanecen los interrogantes. ¿Se producirá una depuración de los antiguos comunistas o como en Rusia y Rumania seguirán teniendo en sus manos las riendas del poder? ¿Kustuniça se comportará democráticamente o demostrará ser un nacionalista de estirpe similar a Milosevic? Y, sobre todo, una vez que en Europa ya no quedan dictaduras nacidas del comunismo –la ideología que ha causado más millones muertos durante el turbulento siglo XX– ¿cuánto habremos de esperar los amantes de la libertad para ver como reina ésta en Cuba, Corea del Norte y China?
Descendiendo a lo concreto y nacional, ¿en estos días va el gobierno del señor Aznar a conceder más créditos a Cuba o aprovechará la ocasión como arma de presión para que Castro afloje la garra de hierro con que oprime a la isla hermana hace décadas?

La última dictadura comunista... de Europa

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