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El euro de nuestras angustias

Si en nuestros bolsillos a estas alturas rodara algún euro cabe suponer que nuestra angustia, en los últimos días, hubiera sido muy superior, acaso inaguantable, al verlo vapuleado y contra las cuerdas una y otra vez, en cada cotización del mundo mundial. Para eso hemos hecho el esfuerzo de la convergencia, de la caída de barreras arancelarias, del déficit cero...

Difícilmente pudo haberse previsto e imaginado un pre-nacimiento tan lamentable y triste de una moneda que, se nos explicó, sería el símbolo supremo de quince Estados decididos a moverse a la vez en el propósito de una mayor solidez y prestigio.

Dicen los analistas que no hay que angustiarse, que tampoco es tan grave, que ya se recuperará. Y discuten las razones de la tragedia griega que es el euro: falta de liderazgo, mensajes contradictorios y confusos, confabulación general internacional, supremacía rotunda e incontestable de la economía norteamericana, o todo junto.

Cabe insistir en el mensaje fundamental: nuestro euro, el futuro euro de nuestros bolsillos, está teniendo un parto penosísimo. Pero no procede angustiarse ni desesperar. Algún día terminarán sus angustias. Y las nuestras

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