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Antonio López Campillo

La buena muerte ya está aquí

El Parlamento holandés ya ha aprobado a eutanasia, falta que lo apruebe la Cámara Alta. Se trata de poder ejecutar legalmente al enfermo que padezca dolores insufribles, que haya pedido repetidamente a su médico que le maten y que otro equipo médico controle al enfermo y confirme su estado de intenso sufrimiento y que es incurable; para los menores se requiere el acuerdo de la familia.

No cabe la menor duda que todos y cada uno de nosotros tenemos el derecho a disponer de nuestra vida y, en caso de imposibilidad física para realizar el acto mortífero, pedir ayuda para que le “suiciden”. Los holandeses, sus parlamentarios, han legalizado tal cosa, lo que muestra lo avanzados que están en los Países Bajos. Pero hay un punto que inquieta al que esto escribe, es que el encargado de ejecutar al enfermo sea un médico. El médico tiene por misión tratar de salvar la vida del enfermo, dentro de sus posibilidades, que es lo que decía el Juramento Hipocrático, en el que los médicos juraban por sus dioses mantener en vida al enfermo y añadía: no daré a nadie aunque me lo pida, ningún fármaco letal ni haré semejante sugerencia. Esto es lo que nos daba, y nos da, confianza en los médicos, sabíamos que no nos matarían. Hoy, legalmente, en un país europeo se comienza a romper una tradición milenaria y el médico se vuelve temible.

En el pasado había junto al médico el verdugo, uno trataba de curar, el otro mataba. Eran, y son, dos oficios distintos. Fundirlos en uno puede que sea una síntesis moderna pero no deja de ser inquietante, no sólo para aquellos que tienen dolores insufribles sino para todo candidato a enfermo. Seria necesario crear una categoría profesional nueva: el eutanata, encargado de ejecutar al enfermo. Como no hay pena de muerte no hay verdugo, con la legalización de la eutanasia hace falta un ejecutor de altas obras, el eutanata puede serlo, pero nunca el médico.

No se atreven a legalizar al eutanata pues recordaría al verdugo y la pena de muerte, que está prohibida en lo civil, pero que parecería ser aceptada en el medio hospitalario.

Una ley, posiblemente necesaria, puede romper un valor de civilización.

Un punto que no se toca es que hay hoy fármacos poderosos que calman los dolores mas intensos sin hacer perder la conciencia al enfermo y ahí está demostrado, un factor importante para el enfermo terminal, la presencia de alguien que le consuele, le cure y le cuide. Pero estos tratamientos son evidentemente mucho mas caros que una inyección letal. En Holanda se han dado casos de eutanasias practicadas por ayudantes médicos, que justificaron sus actos por el dolor del enfermo, la muerte por piedad. Que se legalicen tales practicas puede ser obra piadosa, que se haga del médico un ejecutor de altas obras no lo es.

No cabe duda de que con los avances del conocimiento médico se ha prolongado la vida, y con ello la aparición de enfermedades de degeneración que son dolorosas, pero los mismos avances dan hoy medios para establecer unos cuidados paliativos sumamente eficaces. Vale la pena gastar el dinero de todos para tener todos, pobres y ricos, una buena muerte. La inyección letal huele demasiado a Texas.

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