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Alberto Míguez

Crímenes selectivos

Concluyó el año y el milenio con muertes selectivas y atroces en Palestina y en Israel. La situación se presenta en los albores de este siglo más negra que nunca. Hasta el irreductible optimista Miguel Ángel Moratinos, representante de la UE en el avispero mesoriental, reconocía hace apenas unas horas que la cosa tiene difícil arreglo por ahora y que hay que esperar sin perder la esperanza. En el mismo sentido se pronunciaba Javier Solana, Mr “Pesc”,otro optimista milenario. Palabras para la galería, fórmulas escogidas de funcionarios prudentes. Retórica al uso.

La trifulca árabe-israelí puede haber experimentado en las últimas horas un auténtico salto cualitativo. Hasta ahora, las fuerzas de Israel respondían con obuses o balas (de acero o de plástico, igualmente mortíferas) a la guerra de las piedras, un levantamiento supuestamente popular protagonizado sobre todo por niños e inspirado por los movimientos extremistas palestinos.

Pero el asesinato del integrista judío Kahane y su familia por una patrulla palestina y la posterior ejecución (otro crimen) de un alto funcionario palestino dirigente de “Al Fatah” por un comando del ejército israelí, representa un cambio de estrategia: se mata selectivamente, se escoge cuidadosamente la víctima para hacer el mayor daño posible. Son asesinatos ejemplares, casi rituales.

De la muerte indiscriminada se pasa a la discriminación vesánica, criminal. El problema está en cómo parar esta ola de brutalidades sanguinarias, inspiradas al parecer desde las instancias superiores de dos estados que, de cómplices, se convierten conscientemente en gestores y promotores del asesinato.

Peor inicio de milenio en este problema milenario, imposible.

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