Como le han fallado, y de manera estrepitosa, sus colaboradores, el presidente Aznar ha solicitado tiempo, y lo ha obtenido, para comparecer en la tele de Buruaga y de Telefónica. En dicho medio ha querido trasladarnos la impresión de que todo está bajo control; de que nada se mueve sin autorización y conocimiento de Trillo (uranio empobrecido), de Celia (los huesos del vacuno), Arias Cañete (las vacas y ganaderías completas a extinguir), de Fernández Miranda (los ecuatorianos de Lorca), o Acebes (el indulto despreciado olímpicamente por el Supremo).
A los cinco suspensos con que han empezado el año nuevo los ocupantes del banco azul hay que añadir el sexto: ¿dónde sigue de vacaciones el portavoz Pío, que tampoco ejerce salvo de viernes en viernes durante un par de horas? De manera que en ausencia de responsables parciales, salió a escena el gran responsable, el responsable total, el señor Aznar. Lo hizo para seguir proclamando que “España va bien”, por mucho que chillen los medios informativos, aburridos porque les faltan otras cuestiones de las que hablar.
¿O no es así? Aznar se habrá enterado por la prensa –prácticamente en el plató de la tele de Alierta y Buruaga– de que en otros países hay ministros incompetentes que dimiten, o son cesados cuando no resuelven los asuntos a su cargo. Pero eso sucede fuera, en los países protestantes del malvado Lutero.

El portavoz Aznar
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