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Alberto Míguez

Córcega: el ejemplo español

Desde hace años la clase política francesa está literalmente fascinada por el llamado “ejemplo español”, el Estado de las autonomías y todas esas pejigueras. Se han fabricado tesis doctorales, libros y “dossiers” sobre el “milagro español” sin que, por supuesto, a nadie se le haya ocurrido estudiar a fondo y críticamente el disparate, su coste y sus consecuencias, a medio plazo, fatales.

En el esperpento español todo cabe, la movida, Almodóvar, Tejero y su charol, los toros, Carmen la de Merimée y Arzallus...

Pero entre quienes más atracción produjo el “ejemplo” destacan, por supuesto, los socialistas y su primer ministro, Lionel Jospin, que ahora quiere imitarnos en Córcega, la llamada “isla de la belleza”, donde el nacionalismo es una mezcla de mafias, clérigos y contrabandistas, todo ello adobado con una pizca de folklore y un comino de historia y literatura.

La desconfianza que este tipo de iniciativas crea entre los ciudadanos galos, republicanos y jacobinos, va en aumento y hasta un personaje como el presidente de la República, Chirac, ha tenido que enfrentarse a su primer ministro en lo que algunos consideran la crisis más profunda de la cohabitación entre un jefe del Estado conservador y un jefe de gobierno socialista, socialdemócrata o socialcentrista o social-lo-que-sea, que tampoco está muy claro.

Jospin se ha salido con la suya y logró que el Consejo de Ministros aprobara la “autonomía progresiva” para Córcega.

Obviamente, los nacionalistas radicales de la isla se frotan las manos porque intentarán a partir de ahora repetir lo que se hizo en España en la llamada transición: amnistía para los terroristas,”marchas de la libertad”, estatutos de autonomía, descentralización compulsiva, retirada de la Guardia Civil, etc,etc.

El futuro, creen, les pertenece. Y aunque para implementar esta autonomía inventada por Jospin y sus amigos habrá que cambiar entre otras cosas la Constitución están convencidos de que el proceso de autodeterminación (léase independencia) está en marcha.

Otras regiones francesas (Bretaña, país vasco, etc) contemplan el asunto con curiosidad e inquietud. Sólo falta que la derecha, para ocupar el espacio central que los socialistas le expropiaron, caiga en la tentación de apuntarse también a este proceso aunque se deje pelos en la gatera: también el ejemplo español debería servir a los conservadores franceses para algo.

Pero teniendo en cuenta su “instinto de muerte” (todo indica que la derecha perderá las elecciones municipales del 5-18 de marzo, incluida la capital, Paris), todo puede ocurrir. Incluso que la República francesa se reconvierta en el Estado francés como España es para los nacionalistas periféricos el “Estado español”.

España está de moda en Francia, titulan los diarios galos. Y es verdad: tras la implantación en todo el hexágono de una institución tan carpetovetónica como el “cobrador del frac” y del “bar-tapas” se trata ahora de trasplantar el sistema autonómico con sus himnos, funcionarios solapados o duplicados, presidentes, gobiernos y gobiernillos, parlamentarios y parlamentos, banderas, dialectos, idiomas, jergas y jerigonzas, policías y carnets de identidad falsos, matrículas ilegales y demás carnavales. Lo que le faltaba a la V República. Si De Gaulle levantara la cabeza...

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