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Se rasgó la pandereta

Muchos no saldrán jamás de su asombro con la decisión del nuevo director de Telemadrid, Francisco Giménez Alemán. Retiran Tómbola de la programación autonómica y con él se van, pese a los aplausos de otros muchos, los lenguajes más vivos, cabareteros y desgarrados de una sociedad que, pese a quien pese, sigue siendo la nuestra.

¿Por qué se venden tan bien en España los trapos del vecino? ¿No será que los comportamientos ajenos siempre nos han servido para lavar nuestras negritudes?

No voy a ahogarme en el fango de las ambigüedades... esas que se preguntan hasta qué punto un programa de este tipo (corralón de comedias dónde los haya) debe sanear las cuentas públicas, pero sí manifiesto un pesar por privar a quien lo quiera (el espectador siempre tiene la razón y los millones de televidentes de Tómbola deberían contar para algo) de hacer con su vida y sus intimidades lo que le pase por la manga, sea ésta del ancho que sea.

¿Hasta dónde debe llegar la tijera de un director de medios? No sé si la respuesta estará algún día al alcance de quienes ven, semana a semana, cómo España se convierte en copla, romance y pandereta.

Hay una verdad que deberíamos tener siempre en cuenta, ¿si todo vale para algunos, por qué no para otros? ¿No existen, acaso, otros programas igual de cuestionables y que, por lo visto, a nadie molestan?

¿No es el espectador el que siempre tiene la solución en sus manos? El mando a distancia es y será el mejor censor para nuestras débiles conciencias.

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