A tenor de los datos de la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas, coincidentes con los de oleadas anteriores, se llega a la fácil conclusión de que Zapatero es en la actualidad el mejor activo del PSOE. Hasta el punto de que resulta el líder mejor valorado, aunque su partido sólo recorta distancias en tonos de matiz. Algo es algo. Por el otro lado, la conclusión sociológica sería que los ciudadanos valoran mejor al PP que a José María Aznar, lo cual puede ser un mérito del presidente del Gobierno, pero es un dato cuanto menos curioso: los ciudadanos parecen percibir un déficit de iniciativa política y un alejamiento de sus inquietudes.
Aunque pueda resultar redundante, no queda más remedio que insistir en el hecho de que ni las encuestas del CIS ni cualesquiera otras pueden medir tendencias respecto a un escenario real de confrontación electoral, por cuanto el Partido Popular no tiene señalado su candidato ni tampoco ha hecho público el medio o método por el que recibirá su legitimidad. Zapatero se beneficia de ese hecho y un cierto efecto cansancio, que los relevos en el Gobierno no modifican, porque no implican iniciativa política de fondo.
Muy claro resulta el descrédito de los dirigentes nacionalistas vascos, intensificado en esta legislatura tras el fiasco de Estella/Lizarra y el intento soberanista subyacente.
Aznar tendría que despertar de la tarde pragmática y dulzona monclovita (la libreta azul no es la Biblia) y Zapatero poner más orden en su partido para que la sima entre su imagen y su expectativa real se acortara. Quizás a los estrategas del PP –haberlos, haylos— les convendría analizar el porqué de estos datos con un líder de la oposición que ha procurado no hacer demasiado y ni ha entrado en la renovación ideológica de su formación.
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