Me equivoqué. Creía que la abstención, en esta primera vuelta de las elecciones municipales, iba a ser más importante. Pese a los comentarios pesimistas de algunos lamentando que fuera mayor que en otras elecciones semejantes, casi el 70% de votantes no me parece nada mal. Pese a que los mismos comentaristas, muy de paso, señalan que los problemas locales desempeñan un gran papel en este tipo de elecciones, sólo especulan sobre las posibles enseñanzas que se podrían sacar para las próximas presidenciales y generales del 2002. Los problemas locales, que nos se comentan, cuentan mucho: la epidemia de las “vacas locas” en zonas rurales, los impuestos locales, el urbanismo, los transportes, las escuelas, los hospitales, etc., han motivado más a los electores que su intención de voto para las presidenciales.
Asimismo me ha llamado la atención que sólo se hablara de las grandes ciudades, cuando la inmensa mayoría de los votantes procede de ciudades medias, pequeñas y aldeas, y la oposición ha obtenido más votos (48,4% contra 42,2%), en el conjunto del país. En París, debido a la división de la derecha y a la absurda campaña de sus candidatos, puede ganar la izquierda. En Lyón y Tolosa puede ocurrir lo mismo. En cambio, Marsella y Burdeos, permanecerán a la derecha. En esta última ciudad, Alain Juppé , ha sido elegido en la primer vuelta.
Por lo tanto, no ha habido esa “marea rosa” anunciada por los sondeos. Lionel Jospin, ha recibido una bofetada simbólica: tenía la intención de prohibir el cúmulo de cargos (por ejemplo; ministro y alcalde a la vez), pero se rajó, porque 29 de sus 32 ministros, se presentaron a estas elecciones, y fue un fracaso. J.C. Gayssot, PC , derrotado en Béziers; E. Guigou, PS, derrotada en Avignon; D. Voynet, Verde, derrotadísima en Dôle; J. Lang, ya alcalde de Blois, tendrá serias dificultades para la segunda vuelta, etc. Hasta Martine Aubry, que había abandonado el gobierno para afincarse en Lille y suceder a Pierre Mauroy en la alcaldía, ha obtenido el peor resultado que haya conocido el PS en ese feudo, suyo desde hace decenios.
En cambio, F. Hellande, secretario del PS, y Robert Hue, del PC, salen elegidos. Lo cual no quita para que el PC prosiga su irresistible descenso electoral en toda Francia. Es un partido en vías de desaparición. ¿Oigo lamentos? No seré yo. Los Verdes, sin llegar a los buenos resultados de las europeas, progresan en las municipales. Pero es una trampa: porque los electores sentimental y tradicionalmente de izquierdas, descontentos con el Gobierno, votan, algunos, Verde, y en la segunda vuelta las listas se fusionan, y los Verdes se convierten en perritos falderos del PS. Como su líder D. Voynet en el Gobierno. Ésta, furibunda, debido a sus malos resultados, le echó la culpa al Gobierno “que no hacía una verdadera política de izquierdas”.
La extrema derecha, dividida, FN de le Pen, y MNR, de Mégret, como estaba previsto, también pierden votos, aunque menos de lo esperado. Han perdido la única ciudad importante, Toulon, que pretendían presentar como la vitrina de una “política nacional”. Un desastre. Me llamaron la atención los comentarios que explicaban la permanencia de electores del FN, porque se trataba de barrios populares de grandes ciudades, como Marsella, o de arrabales siniestrados. O sea, que aún hay obreros, parados y marginados que votan Frente Nacional, y los sociólogos cursis lo consideran “normal”. Es un voto de rechazo, de cabreo. Seguro, que los cabreados son electores tan respetables como los demás. Digo yo.

Ni mareas ni resacas
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