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Alberto Míguez

Se veía venir

A nadie debería sorprenderle que el Reino de Marruecos haya hecho lo posible, e incluso lo imposible, para que el Acuerdo de Pesca con la Unión Europea fuera inviable. Desde el principio estaba cantado que ni el Gobierno ni ciertos sectores empresariales supuestamente involucrados en el negocio pesquero ni, desde el luego, el rey y sus consejeros querían este acuerdo. O cualquier acuerdo, fuese el que fuese.

Ahora hay muchos altos funcionarios que fruncen exquisitamente el ceño y se escandalizan con el cerrojazo marroquí. No hay peor sordo que el que no quiere oír ni peor político que el que no reconoce la evidencia, aunque la tenga a dos palmos de sus narices o su bigote. Y la evidencia es que Marruecos deseaba darle un palmetazo a la política exterior española; esta última, en el caso del amable vecino del Sur, ha multiplicado las cucamonas y los aspavientos, repitiendo aquello de relaciones excelentes, fraternales e inmejorables a la menor ocasión y sin que viniera a cuento. Ahí están los resultados de tanta palabrería vana y tanta vaina.

El gobierno marroquí tuvo mil ocasiones para negociar, mejorar, reformar, analizar y puntualizar las sucesivas y generosas propuestas de la UE. Pero prefirió decir no a todo y lo hizo desde el principio; ahí no hubo ambigüedad alguna. Hubo, en cambio, por parte española, laxismo, imprevisión, inocencia y pereza. El ministro de Agricultura debe asumir su parte de responsabilidad, que es considerable, y el de Exteriores, campeón de la retórica angelical, otro tanto.

La intransigencia marroquí debe contabilizarse con todo primor cuando se trate de diseñar una política coherente hacia el reino alauí. Debería servir de ejemplo y acicate; España y Marruecos son países amigos y vecinos, se repite. Es verdad, pero hay otras verdades.

Entre los dos países existen intereses compartidos y contenciosos en marcha. No se trata ahora de azacanar en las diferencias ni de tomar represalias en caliente. Pero, convendría tener en cuenta lo sucedido durante estos meses cuando, por ejemplo, se discuta la negociación agrícola UE-Marruecos. En ese momento, España tendrá algo que decir.

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