Los lectores de mi generación recordarán aquel inefable y machacón “contamos contigo” con el que las autoridades nos perseguían por tierra, mar y aire. No era aquella una cuestión baladí ni habría que restarla importancia porque el lema –con mucho gancho publicitario, eso sí hay que reconocerlo– terminaba siendo ciertamente inquietante... ¿Y para qué querrán estos señores contar conmigo? ¿Qué habré hecho mal? ¿La declaración de la renta? El español medio suele tenerle un miedo atroz a la policía y a los médicos; a la autoridad, en suma. De ahí que, por ejemplo, cuando se hacía el servicio militar lo que tú pretendías es que en los doce meses a nadie se le ocurriera contar contigo para nada. ¿Yo? ¿Y por qué yo? ¿Y por qué no aquel otro, o ese de ahí? El “contamos contigo” que en principio pretendía que todos los ciudadanos hicieran más deporte, que salieran a la calle, que se pusieran los pantalones cortos, terminó siendo más sutil que otro mensaje famoso, el de JFK cuando advertía a los americanos: “no preguntes qué puede hacer tu país por tI, sino que puedes hacer tú por tu país”. Visto desde ese punto de vista, el lema resultó efectivo y el personal (temeroso porque una pareja de la Guardia Civil llamara a las tres de la madrugada) se lanzó masivamente a la calle. Fue la “belle epoque” del chándal fosforito y la irrupción en nuestro país de las tablas de gimnasia.
En todos estos años, el deporte ha cambiado mucho y hay especialidades para todos los gustos. En ocasiones me quedo absorto cuando, bien entrada la madrugada, me ilustro con Eurosport. ¡Hay que ver! Dardos, billar, puenting, rafting, y por fin uno que me dejó con los ojos como platos y que ni sé cómo se llama: una suerte de petanca sobre hielo, y con dos patinadores barriendo frenéticamente para eliminar del camino las impurezas que se interpongan entre una tartera familiar y el resto de la vajilla.
Me acabo de topar con un artículo que versa sobre deportes absurdos. Desde carreras de camellos por el desierto hasta esquí acrobático sin esquís. Hay otro que consiste en bucear por aguas pestilentes (se exige un recorrido mínimo de cien metros) y luego está la competición de tiro de cuerda, con mucho sabor al parecer entre los británicos. Al final se habla del Kite Buggie, que consiste en agarrarte a una cometa y salir pitando sobre ruedas (se aseguran velocidades de hasta 70 kilómetros por hora) o el Tough Guy Challenge, en el que debes sortear desde alambres electrificados hasta fuego.
Espero que puedan pasar sin mí. Que no cuenten conmigo para nada. Simplemente paso. Seré un "carca" pero me quedo con mi tenis y mi fútbol-sala, mi baloncesto y mi ping-pong. Pasen los darditos e incluso ese billar para lerdos que llaman “americano”, pero lo de sumergirse en los pozos fecales lo dejo para los ingleses, que para eso siguen conduciendo por la izquierda. Yo por mi derecha, piano-piano.

No cuenten conmigo
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