Después de seguir todos los métodos para hacer bajar las cotizaciones de Wall Street, a cuyos inversores acusó hace años de una "exuberancia irracional", Alan Greenspan se ha visto obligado a pisar el acelerador a fondo para combatir lo que amenaza en convertirse en un "desánimo irracional".
La bajada de los intereses en medio punto era esperada por los inversores, que horas antes de abrir la sesión bursátil ya habían empujado las cotizaciones a ganancias superiores al 1% para el Dow Jones y el 2% para el Nasdaq, pero la gran sorpresa fue que, por segunda vez en este año, la medida se tomara fuera de las reuniones del Banco Central.
A la vista de que el déficit comercial se redujo en un 18% en febrero, señal de poca confianza entre los inversores, es evidente que Greenspan considera arriesgado esperar otro mes, hasta la reunión de mayo, para estimular la economía.
Greenspan sabe además que él es el único que puede hacer algo rápidamente, pues el recorte fiscal que busca el presidente Bush no se materializará en varios meses y las economías del resto del continente y de Asia necesitan urgentemente el salvavidas norteamericano.
Aunque Bush ha de estar satisfecho por la recuperación de las bolsas y el posible estímulo económico, la recuperación puede ser un arma de doble filo: los legisladores demócratas se han avenido a un recorte de impuestos ante la desaceleración económica y podrían perder interés si Greenspan les saca las castañas del fuego.
Cuando el Congreso reanude sus sesiones la próxima semana, Bush tendrá que hacer encaje de bolillos para combinar el miedo a una recesión con la confianza en que la recuperación económica mantendrá las arcas públicas lo suficientemente llenas como para devolver su dinero a los contribuyentes.
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