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Julio Cirino

Fin de fiesta y conclusiones

Los Jefes de Estado partieron, la prensa empacó las cámaras y los manifestantes están rumbo a sus casas, donde quiera que ellas sean. Qué quedó en claro de la Tercera Conferencia Cumbre de las Americas.

Primero, la declaración final, firmada por los 34 Jefes de Estado, si bien Venezuela lo hizo con reservas, resultó un documento extenso –unas seis páginas– y bastante anodino, como no podía ser de otra manera cuando se trabaja por consensos y con realidades y posturas tan disímiles. El documento de marras fue bautizado “Declaración de la Ciudad de Québec”. El trabajo está organizado en 33 párrafos y salvo la referencia a la democracia y los conceptos sobre la importancia de la vapuleada e insolvente Organización de Estados Americanos (OEA) que abarcan dos cada uno, luego el esquema que se repite es un párrafo, un tema; claro que hay párrafos de 14 líneas y también de dos y media.

Siguiendo lo que ya es una tradición, todos los aspectos del quehacer humano reciben su mención, de una forma u otra. Hay así referencias a la Carta de las Naciones Unidas; a los Derechos Humanos; los narcóticos; la agricultura; educación; atención médica; medio ambiente; trabajo; progreso; migraciones; energía y muchos más.

En cuanto a las tan ansiadas resoluciones concretas, estas son más bien escasas; la redacción de un nuevo Plan de Acción, su seguimiento por medio de un comité Ministerial ad hoc y la designación de la ciudad de Buenos Aires como sede de la próxima cumbre del año 2003 parecen haber agotado las capacidades para tomar acciones prácticas. Se anunció también que en breve se dará a conocer el documento básico donde se explicitan los distintos aspectos que están abiertos a negociación en cada área, un compendio que por ahora ronda las 900 páginas.

A la firma del documento se aguardaba la actitud de Venezuela de “hacer reserva” respecto de varios acápites en particular y de la fecha 2005 para poner en marcha el ALCA, alegando la necesidad de pasar la iniciativa por un referéndum, con lo que el tema no fue sorpresa para nadie. Sin embargo, esta acción resulta digna de algún comentario si se la ve a la luz del pedido formal del Presidente Hugo Chávez para ingresar en el MERCOSUR, hecho en una reunión individual que mantuviera el día sábado con el presidente de Argentina, Fernando de La Rúa. Si esta acción se suma al acercamiento de Venezuela con Brasil y al incipiente diálogo con Buenos Aires, es dable pensar que Hugo Chávez está en procura de generar un nuevo polo de atracción que se proyecte, por un lado, hacia los países andinos, Perú y Colombia y por el otro, que busque llegar al “sur” vía Brasil.

Para el Presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, la Cumbre fue su primera oportunidad de participar como epicentro de un evento internacional de envergadura; desafortunadamente para él, arribó al mismo cargado con más interrogantes y promesas que con respuestas concretas. Ya nadie duda de que Bush está personalmente comprometido con la idea del libre comercio hemisférico y el proyecto ALCA mucho más profundamente de lo que lo estuvo su predecesor. La pregunta que queda flotando es, hasta qué punto logrará “vender” este entusiasmo a sus conciudadanos y, lo que es más importante aún, cuánto capital político estará dispuesto a invertir en un Congreso profundamente dividido y con el cual tendrá, este año, que trabajar en dos temas que están al tope de su agenda doméstica; el recorte de impuestos y la reforma del sistema educativo.

Pero tal vez el escollo más difícil de superar por la iniciativa ALCA no sea nada de lo arriba mencionado, sino un concepto antiguo, no de la economía, sino de la política: la noción de soberanía; que es en definitiva el punto álgido hacia donde todo confluye. Soberanía no es sólo el argumento esgrimido por los manifestantes en las calles de Québec, cala bastante mas hondo, y es el recelo casi visceral de los pueblos que la capacidad para decidir sus propios destinos, ya de por sí bastante mermada por la pobreza y la globalización, va a quedar aún más disminuida si se concreta el acuerdo ALCA.

Esta consideración no es menor tampoco cuando se la mira desde el ángulo político interno de cada país. Si las percepciones colectivas se manifiestan fuertemente en el sentido de señalar el acuerdo como lesivo para la soberanía; quienes serán los líderes políticos que, aún así tomen esta bandera y procuren llegar a la meta con ella, particularmente si se piensa por un instante que el “socio mayoritario” puede no estar allí aguardándoles.

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