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Preparen el cubo de los cuchillos

Algo se muere en la Casa de los Horrores y los monitos ni se dan cuenta. Kayet el mudito llorón a punto estuvo de tirar la toalla y gritar a los cuatro vientos que ama a su Ángel telojuroporsnoopy. Una pena le desgarra ese pecho que hincha cuando el Angelito le clava sus lascivos ojos. Y Mari la potingues empieza a desvanecerse por los desplantes del marino sin mar Alonso, y por su primera (y dolorosa) nominación.

Al menos, y para quitarnos las penas, Sabrina miraquesoyfina (le roba la luz a la luna para embellecerse) ha iniciado su carrera hacia el triunfo, Fran el de los guarrillos dejó la eterna nominación y tenemos a la mantis -Eva la suave- nominada, y eso nos da la oportunidad de ir corriendo a por el cubo de los cuchillos.

Imaginen tres dianas. En la del medio, Mari (una mona que se ha vuelto mujer con miles de esfuerzos y ejemplos de humildad), en la izquierda, Eva (la mala malísima) y en la derecha, Kayet (una lágrima pegada a un mono de bisexuales y escondidos sentimientos). Lancen ya y esquiven el centro para que se haga justicia.

El cartero no siempre llama dos veces

La superdivinadelamuerte, Marta, volvió -por decisión del público- a la escena del horror. Sólo estuvo cinco minutos, pero no perdió tiempo para dejar a un lado al mudito llorón y abalanzarse a los brazos de Alonso. Mari, la moza no gana para disgustos, retuvo las lágrimas. Alonso (que ha aprendido de Ángel la teoría del cabroneo) se rindió a los pies de la visita y Kayet (después de tantas promesas de baile con la megamona) se quedó compuesto y sin novio, ni novia, ni arras, ni amarras... se hunden los barcos de sus sueños y no hay guardacostas que acudan en su ayuda. ¡Pobre!

Mentiras arriesgadas

Ese reptil que responde al nombre de Eva, cumplió años. Sopló velas y se metió los dedos en los ojos para provocarse una lágrima, sólo una en el ancho mar de los ficticios sentimientos. Fuera, en el salón de la Milá, Emilio submundos abre la boquita de piñón: "Soy el más guapo". Y yo me pregunto: ¿Del mundo?, ¿del infierno?, ¿de lo imposible?

El mono ridículo sigue empeñándose (aunque le expulsasen cien veces) en decir estupideces a diestro y siniestro. "A mí también me lo dicen" (lo de guapa) -le interrumpe la Milá-. Y en el gallinero de mi subconsciente se oye un grito sordo: la prefiero a ella, aunque no lo crean. ¡Lo juro!

En Sociedad

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