La cuestión, para mí, no reside en el hecho de que Lionel Jospin fuera trotsquista durante treinta años. Se sabía, clandestino en la UGS (unión de la izquierda socialista), luego en el PSU, y por fin en el PS. La cuestión tampoco es saber porqué lo negó durante tanto tiempo, haciendo además el ridículo, declarando, por ejemplo: “Yo no fui nunca trotsquista, me confunden con mi hermano Olivier, que sí lo fue”. Los clandestinos, los infiltrados, los submarinos, como los espías, mienten por deber profesional. Los peceros infiltrados en el FLP, lo negaban, los trotsquistas infiltrados en el PCF o en PS, asimismo lo niegan.
El que Jospin negara su larga clandestinidad trotsquista en diferentes partidos socialistas (de hecho, toda su vida política, hasta ayer) es tan lógico como sintomático de una actuación antidemocrática. La cuestión por lo tanto es ésta: ¿Por qué lo declaró ayer en plena sesión de la Asamblea Nacional, y lo repitió esta mañana en una larga entrevista radiofónica con el célebre periodista Jean-Pierre Elkabach? Era la guinda en un pastel mediático, la cumbre de una gran campaña montada por todos los periódicos que le apoyan, sin el menor espíritu crítico: Le Nouvel Observateur, Liberation y, sobre todo, Le Monde, anunciando a bombo y platillo ese gigantesco scoop, muy pasado por agua: “¡Jospin fue trotsquista durante 30 años, pese a haberlo negado hasta ayer por la tarde!”.
La verdad: su confesión es totalmente embustera. Reconoce haber tenido relaciones personales, conversaciones privadas, intercambios teóricos con trotsquistas, compartir sus ideas anticolonialistas y antiestalinistas (¡la pinta de Robert Hue, cuando Jospin hablaba de antiestalinismo en la Asmblea!), pero sigue negando su militancia comprometida y responsable (responsable de puertas adentro del partido trotsquista, la OCE, pero totalmente irresponsable de cara a la sociedad). A mí, la respuesta me parece evidente: todo este batiburrillo forma parte de una conspiración propagandística, para atraer algunos votos de extrema izquierda, incluyendo a trotsquistas y simpatizantes.
No olvidemos que la robota Arlette Laguillier, en la fiesta anual de su organización, “Lucha Obrera”, el pasado fin de semana, confirmó oficialmente que sería, una vez más, candidata en las presidenciales. Como sabe que no estará en la segunda vuelta, afirmó solemnemente que jamás llamaría a votar por el ”socialtraidor” Jospin. Laguillier es la candidata trotsquista que más votos obtiene en las elecciones burguesas (que suprimirán cuando estén en el poder), llegando a veces al 5%. Mucho más que Alain Krivine, líder de la LCR, otro grupo trotsquista (son 3), el cual también ha afirmado que jamás votarían por el “socialiberal” Jospin.
Teniendo en cuenta estos y otros datos, como el aumento de la abstención de “extrema izquierda”, y teniendo asimismo en cuenta que un par de puntos separará, según los sondeos, y las pitonisas, al candidato vencedor del perdedor, es probable que esta torpe operación mediática, haya sido montada por consejeros “ex” trotsquistas de Jospin –son varios en la dirección del PS– y por algún periodista, como el director de la redacción de “Le Monde”, Edwin Plenel, trotsquista confeso, aunque algo descafeinado. Pero queda por saber si toda esta operación va a ser rentable. El largo recorrido de trotsquista clandestino de Jospin, puede, tal vez, caer bien a algunos que opinen: “si fue trotsquista durante tantos años, no es imposible que, pese a todo, algo de izquierda le quede”. Pero lo seguro es que esos treinta años de mentiras, de doble juego, de submarinismo, además en una organización que pretende destruir la democracia “burguesa” y sustituirla por la dictadura del proletariado, sea considerado por muchos más como un juego sucio, y que la operación mediática resulte negativa.
Este escándalo preparado en todos sus detalles, puede resultar catastrófico, porque más que antes, los futuros electores pensarán que es muy peligroso elegir para la Presidencia de la República, nada menos, que a un sujeto tan mentiroso y conspirativo; de poco fiar, vaya. Pero en las elecciones no se sabe nunca, puede incluso que algunos voten a su hermano. Precisamente porque no dice nada, y por lo tanto miente menos.

Del buen uso del trotsquismo
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