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Vísteme de mentiras hasta que enviude

El mal se filtra entre las montañas serranas con un puntiagudo aullido que se va perdiendo según se aleja la mala, malísima. La sabiduría se cargó a Eva la suave, y la Mantis que lleva dentro salió triunfal de la Casa de los Horrores (como el que recoge el premio a toda una vida...) y enfiló sus pérfidos y calculados pasos hacia el fúnebre nido donde acabar con Emilio submundos, su presa.

Y lo hizo tan bien que al llegar al salón de la Milá -una caverna llena de momias- se emocionó con su padre, con Karola la grillo y al nene ridículo le dejó a un lado ensombreciéndole con un austero "hola cariño" y una cara a punto de la náusea. ¿Preparado para morir, rey? decían sus gélidos ojos.

A papá Floren (el progenitor de tanta malicia) el mono pintillas le sigue sin gustar ni un pelo. Y no es para menos. Con motivo de la consabida expulsión de la mala, el macaco se había disfrazado de naranjito con un sayón de los Saldos Arias. Eva preguntó por su hijo, por la vida y apenas tuvo un minuto para evocar las patéticas miradas de su "amor". Pronto tendremos viuda.

Noches dobles

También hubo nominaciones en la noche de la expulsión. Sabrina, Ángel, Fran, Alonso y Mari son los nuevos culpables que irán a la guillotina. El verdugo -bajo su encapuchado luto se adivina el pajizo teñido de la Milá- afila una cuchilla que suena a música celestial.

Sólo Kayet el mudito llorón se salvó de la hoguera. Ángel telojuroporsnoopy le mira con envidia. De sus ojos se borra de pronto la llama de un deseo desbordado para convertirse en un ¿por qué a él le quieren y a mí no? La respuesta es simple: las lágrimas del mudito ablandan hasta a los muertos y las cínicas sonrisas del angelito ya no convencen ni a su gemelo.

Nacidas para reinar

"Sin pintura no me voy a ninguna parte, lo advierto desde ya" dice Mari la potingues a punto de salir a escena. Y no se da cuenta la mona que en sus clavículas brillan esos terribles tirantes de plexiglás de los sujetadores actuales que son el horror de las víctimas de la antimoda. Los brillos de tan sutiles sujeciones compiten con los destellos que lanzan los deditos del dúo amor. Ángel y Kayet adornan sus manos con plateados e imposibles aros.

A pesar del pésimo gusto de la mona sabia, la Mari se ha hecho reina en un hogar de zánganos. Está tristona últimamente, y sensible, y tierna, y eso convierte a esta mujer en un ser cercano y adorable. Si no gana ella o Sabrina -otro dulce en un cesto de amargos sinsabores- nos cargamos a la Milá. Por cierto, mi prima notó el calor -nunca es tarde si la dicha es buena- y en un arranque estival mudó sus polichinelas por unas sandalias de tiras. Cómo tamborilean los dedos de sus quesiletes al compás de tanta murga.

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