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El teatrillo de "don Manué"

Mi admirado Juan Carlos Balmaseda comparó siempre al Betis de Manuel Ruiz de Lopera ("don Manué") con el teatrillo de Manolita Chen. No es que el teatrillo vaya a cerrar porque el club –como por otro lado sucede en todos los casos– es infinitamente más grande que sus circunstanciales rectores, pero un desmejorado Lopera ha anunciado que se retira a sus cuarteles de invierno aunque seguirá siendo el accionista mayoritario. Después de varios años de infructuosa gestión deportiva, este millonario sevillano "sui géneris" deja al Betis más o menos en la misma situación en que lo cogió. Sólo ha cambiado el nombre del estadio, que ya no se llama Benito Villamarín sino Manuel Ruiz de Lopera.

Al olor de la conversión de los clubes en sociedades anónimas deportivas empezaron a surgir personajes de variopinto pelaje: constructores, vinateros, prestamistas, ganaderos y ¿? (fortuna de origen indescifrable)... Todos ellos tenían en común un par de cosas: dinero a espuertas y un ego que alimentar –no diré nombres porque a cualquiera se le ocurren diez o doce–. Además de todo, los "salvadores de la patria" generaban una sugestión tal entre sus aficionados que acababan por identificar al club con la persona. Algo parecido ha sucedido con el Betis. Fue tal la ilusión que generó Lopera (o por mejor decir, los millones de Lopera) que "don Manué" era el Betis en carne viva y la calle Jabugo un lugar más de peregrinación. A base de pamplinas y discursos torticeros la afición llegó a una conclusión clara: o éste o la desaparición. Mentira podrida.

Ahora Lopera se va y ya no presidirá el palco del estadio que lleva su nombre y apellidos hasta que no vuelva a entrarle el gusanillo. Es cierto que el dueño del Betis tiene una imagen fantasmagórica y que –como en el caso de Luis Uranga, ex presidente de la Real Sociedad– el fútbol le ha quitado kilos de peso y de pesetas, pero él ha cobrado una notoriedad que no tendría de ninguna otra forma imaginable. Por lo que he podido ver y oír sólo le falta organizar un besamanos con algunos periodistas como improvisados palmeros. El fútbol se ha convertido en la mayor factoría de popularidad para ricos anónimos, y ese es un tema preocupante. La España cañí, la España de la charanga y la pandereta, la España del torero y la folclórica está en los palcos de los estadios de fútbol. "Don Manué" le baja el telón, por ahora, a su teatrillo. Aunque volverá, como Mac Arthur.

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