Menú

Silvester Stallone escribió un libro anterior al guión de "Rocky" que luego le supuso la fama y el dinero a raudales. Se llamaba "La cocina del infierno" y retrataba (yo creo que muy acertadamente) lo que supone para un chaval crecer en uno de los barrios marginales de Estados Unidos. Quizás traicionado por su propio subconsciente, el siguiente libro, más tarde convertido en una película que dio la vuelta al mundo y por la que estuvo nominado al Oscar de Hollywood, contaba la historia de un púgil desconocido que pretendía escapar del infierno a través del boxeo. Y no es inhabitual que suceda así. Un chaval adinerado se dedicará a la Fórmula Uno o al golf para pasear el palmito; el boxeo es la vía de peaje para el pobre, para aquel que no tiene nada material y que, por tanto, tampoco tiene nada que perder. Abrirse camino a golpes es la única salida que les queda, su particular revolución acotada al cuadrilátero. Por todo ello no creo que haya nadie capaz de enjuiciar a Mike Tyson, un producto de su particular "cocina del infierno".

Diego Maradona pasó directamente de vivir en un chamizo –su madre cambiaba las camas por la noche para esquivar el agua de lluvia que se colaba por las goteras– a pasearse como una estrella del rock por las calles de Barcelona y Nápoles. ¿Cómo no le iba a afectar? A Tyson le sucedió algo parecido. En la revista brasileña "Epoca", el ex-campeón mundial de los pesos pesados se confiesa y admite que tiró a la basura una carrera profesional que prometía ser imparable. El primer Tyson que recuerdo era una fuerza bruta de la naturaleza, un martillo pilón que castigaba sin piedad a sus rivales; algunos preferían dejarse caer en la lona antes que pasar por las manos de aquel "cirujano plástico". Mike era un anestesista de primera (Jaime Ugarte lo llamaría la “vía del cloroformo”). Daba la sensación de que el único rival de Tyson era Tyson y, desgraciadamente para él, ocurrió así.

Tras la sentencia por la violación de Disirée Washington nada volvió a ser lo mismo. Ahora reconoce que tenía pánico a ser él mismo violado en la cárcel y que tenía que comprar su propia comida para evitar el orín y los excrementos que contenía en algunas ocasiones. Todo el mundo quería retarle, tumbar al campeón, hasta que un día le dejó la cara como un mapa a un improvisado "sparring". Tyson no boxea desde el pasado mes de octubre y sabe que el tiempo se le acaba. Lo más desesperante del caso –tanto para él como para los buenos aficionados– es pensar en lo que pudo haber sido y no fue. Haciendo "boxeo-ficción" podríamos llegar a la conclusión de que estaba llamado a ser uno de los púgiles más grandes de toda la historia. Pudo escapar de su particular "cocina del infierno" pero se tumbó a sí mismo. Tyson noqueó a Tyson. ¿Hay quién pueda enjuiciarle?

En Deportes

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal