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Alberto Míguez

Paz bajo palabra

La firma del acuerdo de paz entre eslavo-macedonios y macedonios de origen y cultura albanesa en presencia del secretario general de la OTAN y de "Mr. Pesc", Javier Solana, debería llenar a todos de satisfacción y entusiasmo. Debería ser también un punto de partida para la "refundación del país" mediante el respeto a las minorías, el reconocimiento de las diferencias culturales y religiosas, la democratización de los usos y costumbres políticas hasta ahora un tanto hirsutas por no decir salvajes.

No está el patio macedonio para echar cohetes ni para celebraciones internacionales. La paz sigue pendiendo de un hilo y ese hilo son las pésimas relaciones entre las dos comunidades, reflejadas días pasados en enfrentamientos sangrientos, linchamientos, incendios de mezquitas y comercios, amenazas y crímenes.

La guerrilla albanesa aseguró ayer que acepta el alto el fuego y que se desmovilizará en las próximas semanas. No es la primera vez que hace este tipo de promesas y las incumple. El gobierno macedonio ha prometido por su parte que acabará con la nada sutil limpieza étnica a la que están sometidos los ciudadanos de origen albanés o gitano (que de todo hay), muchos de los cuales han huido a Kósovo u otras zonas simplemente porque tienen memoria y no se fían ni del ejército ni de la policía de Skopje.

Se trata, en suma, de una paz bajo palabra. Pero las palabras –y mucho más en Macedonia– se las lleva el viento.

El despliegue de los 3.500 soldados de la OTAN en todo el territorio, y especialmente en las zonas donde actuaba la guerrilla albanesa, debería garantizar el acuerdo de paz ayer firmado. Pero también ahí existen razones para ser escépticos: la guerrilla del UCK está instalada en Kósovo desde hace muchos meses y desde allí actúa. Para nada sirvió que el enclave estuviera ocupado desde hace más de un año por las tropas y la policía de la Alianza y otros países.

Sería razonable que quienes tantos esfuerzos y esperanzas han depositado en el proceso de paz en Macedonia (Solana y Lord Robertson son un caso paradigmático) fueran ahora lo suficientemente modestos y realistas como para admitir que el proceso iniciado puede tener altos y bajos, retrocesos y avances. Que no será cosa de un día, ni de una semana, vamos. En estas circunstancias no sirve de nada hinchar pecho y pronunciar bellas palabras. Las realidades balcánicas son testarudas y caprichosas. Solana lo sabe, Robertson los sabe, y todos en Macedonia lo saben de sobra.

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