La creciente presencia de los hispanos en Estados Unidos empieza a notarse ya en la vida cultural del país, más allá de los restaurantes mexicanos o el empleo generalizado de palabras como "siesta" y "mañana", de connotación negativa pues identifican a los latinos como gente perezosa y de poco fiar.
Aunque hace ya tiempo que hay empresas hispanas y varios millonarios entre este grupo étnico, el más numeroso del país con 35 millones, es ahora cuando empiezan a dejar su marca, con la música popular al ritmo caribeño, nuevas series televisadas con familias llamadas López o Rodríguez, o incluso en la moda con un perfume a punto de lanzarse con "aroma latino" que sus promotores todavía no saben cómo definir.
La ópera de Santa Fe ha puesto subtítulos en español, el único idioma extranjero que utiliza o piensa utilizar, porque según uno de sus funcionarios "es nuestra gente". Es improbable que entre el público haya muchos hispanos y, si los hay, es casi seguro que hablan inglés, pero la presencia del español es un reconocimiento de la nueva cultura que poco a poco se va estableciendo.
Los artistas e intelectuales hispanos empiezan a dejar un fermento que puede darles un peso acorde con su demografía y su aportación económica. Nuevo México es un lugar ideal para mostrar esta fecundación cultural mutua, acentuada por la proximidad con México de donde, además del alud de inmigrantes pobres, llega gente como Francisco Negrín, director de escena de Mitridate, u Oziel Garza-Ornellas, el barítono en Lucía de Lammemoor.
La influencia es de doble sentido: Muchos mexicanos cultos hablan inglés como norteamericanos nativos, las familias que pueden envían a sus hijos a estudiar a EEUU y el país adopta modas y prácticas norteamericanas en detalles tan banales como ser el segundo consumidor del mundo en Coca-Cola y otros refrescos. Al norte de la frontera, la cultura hispana se transforma cuando la segunda generación se integra tanto que le cuesta hablar español pero mantiene las costumbres y valores de sus padres. Lo mismo pasó con los alemanes, los irlandeses, los italianos y todos los que han ido formando el famoso "melting pot", la cazuela en que se funden las culturas que forman Estados Unidos y que ahora añade el sazón de ritmos caribeños y sombreros mexicanos.
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