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Marcha azul

Tras el éxito de las manifestaciones contra el Plan Hidrológico en Zaragoza, Barcelona y Madrid, ahora le ha tocado el turno a Bruselas. Bajo el lema “ni un euro para este PHN”, una marcha, que comenzó su avance el diez de agosto en las tierras del bajo Ebro (la zona que será más dañada por el posible trasvase), ha recorrido tierras de Aragón y Francia, hasta llegar a Bélgica.

Bruselas, escenario de la protesta, es la meca de la economía subvencionada. Una parte importante de las obras del PHN son para abastecer regadíos subvencionados. Incluso los regadíos del sureste español, que hasta ahora hacían gala de ser los que menos ayudas recibían, esperan ahora que les subvencionen el precio del agua que se les trasvase (ya que si pagasen su precio real seria inviable regar).

Si los beneficiarios de las obras las pagasen de su bolsillo, es seguro que la mayor parte de ellas no se harían. En una economía liberalizada no caben los subsidios, ni una agricultura no competitiva. Tampoco cabe que las grandes constructoras incrementen sus beneficios con dinero público para construir infraestructuras de dudosa rentabilidad.

El Plan Hidrológico, como su propio nombre indica, nace de una concepción de economía planificada, que han criticado expertos como Juan Iranzo. El vicio nace, según Ramón Llamas, catedrático de Hidrogeología e ingeniero de Caminos, en un modelo arcaico de obras de “interés general”, mediante el que se pagan con dinero público, y no por sus beneficiarios, toda clase de infraestructuras. No estamos ante un PHN de libre mercado.Son subvenciones a fondo perdido para obras. Cientos de miles de millones de los impuestos que nunca se recuperarán. “Subvenciones perversas” las denomina el profesor Llamas.

Pantanos subvencionados y excedentarios (España es el país del mundo que más embalses tiene en proporción a su población) para regadíos subvencionados y excedentarios. Todo basado en una política obsoleta, procedente de los tiempos de Joaquín Costa, y en la que cualquier pantano era bueno y necesario por si mismo (es evidente que no vivimos en un contexto socioeconómico como el que había en tiempos de Costa).

Cualquier cosa puede ser buena o mala según la dosis. El arsénico en dosis bajas puede hasta tener algún uso curativo. Algo inocuo como el agua puede matarnos si nos bebemos todo un barril. Los pantanos y otras obras han tenido su justificación, pero, hoy en día, salvo alguna excepción muy puntual, son ya innecesarios dentro de una política hídrica seria.

La política de construcción de infraestructuras hidráulicas está pasada de rosca en España. Sólo sobrevive porque se basa en dinero público y porque nadie tiene que demostrar seriamente una rentabilidad. Un dato, por ejemplo, la Presidenta de la Sociedad española de Limnología (los expertos en las aguas continentales) dice que el agua del Ebro que se trasvasaría tiene una pésima calidad y una alta salinidad que podría esterilizar los cultivos regados. Y, sobre su posible destino como agua de grifo, sólo cabe esbozar una sonrisa, cuando es obvio que nadie la usaría para beber en un país donde casi todo el mundo usa ya el agua embotellada (cosa esta, que , por cierto no dice nada bueno acerca de algo de lo que apenas se ocupa el PHN: la calidad de las aguas).

Todo ese dinero podría invertirse en medidas mucho más rentables y más eficientes (por ejemplo, en evitar los despilfarros de agua). Más que hacer más embalses, los españoles, que somos los habitantes del planeta que más agua embalsada tenemos per cápita, lo que deberíamos hacer es gestionar bien y con criterios de rentabilidad todos esos soberbios volúmenes de agua que ya tenemos. E incluso el dinero que nos sobrase, al dejar de despilfarrarlo en obras innecesarias, podríamos destinarlo a mejorar la Educación o la Justicia, o a dotar de más medios a la Guardia Civil (al Seprona, por barrer para casa), o a gestionar los bosques y rescatarlos de su abandono. Y es probable que tuviéramos aún un mayor ahorro y una mayor modernización, poniendo de patitas en la calle a toda esa pléyade de funcionarios, ingenieros y demás personal de la Administración que constituyen una densa trama de intereses creados que vive de sostener una política hídrica trasnochada. Al país no le beneficia mantener esa inercia, pero se ve que a ellos sí.

Pero el maná de dinero “regalado” europeo o nacional, lo pone muy difícil. Vamos a ver si al final hay o no euros –como dice el lema de la Marcha Azul– para el PHN y todo lo que representa. El debate de fondo no es de ideologías políticas en litigio. El PP y el PSOE, más allá de las demagogias de unos y otros, están lastrados por inercias nefastas. El debate real es entre estas inercias y los criterios que sostiene la práctica totalidad de la comunidad científica de este país.

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