Los daños materiales ya se conocen. El número de víctimas, que superará la capacidad de asimilación de la mente humana, se sabrá en los próximos días, pero, por desgracia, ascenderá a bastantes miles de personas. Pero las consecuencias de la bestialidad perpetrada en Washington y Nueva York al mediodía del martes van mucho más allá.
El golpe viene en un momento especialmente delicado para la economía mundial y, en particular, para la de Estados Unidos, que se debate entre la recesión y la reactivación. De momento, el precio del barril de petróleo ha superado la barrera de los 30 dólares y puede seguir subiendo. Si esto dura cierto tiempo, el crecimiento económico sufrirá un serio mazazo en todo el mundo como consecuencia de la factura petrolífera. A ello se añadirá el riesgo de un nuevo repunte de la inflación que obligaría a subir los tipos de interés y, de esta forma, frenar de nuevo el crecimiento en unas economías como las industrializadas que se vienen abajo.
Se puede dar por descontado el ambiente que se vivirá en las próximas semanas en la Bolsa, con jornadas de elevada volatilidad muy poco aptas para cardiacos. El desplome de los mercados de valores se puede dar por seguro, al menos en los próximos días. De lo que tarden en recuperarse dependerán muchas cosas, sobre todo el deterioro de la riqueza de los ciudadanos y su influencia sobre el consumo y el crecimiento económico.
Luego, hay un problema añadido. La salvajada del martes ha golpeado al mismísimo corazón financiero de Estados Unidos, es decir, del mundo. Las Torres Gemelas estaban repletas de casas de bolsa, bancos de negocios y demás inversores financieros que, además de las desgracias personales, tardarán bastante tiempo en poder volver a operar. El riesgo de falta de liquidez en Wall Street cuando abra sus puertas puede estar ahí, lo mismo que para el resto de mercados de valores del mundo. La Reserva Federal, por consiguiente, tendrá que actuar de bombero cauteloso y proporcionar al mercado los recursos que pueda necesitar para evitar su colapso y, con él, el de la economía en su conjunto.
Son momentos difíciles, repletos de incertidumbres. No se sabe qué va a hacer Estados Unidos, pero el ambiente allí es más prebélico que pacifista. Y eso nunca es bueno para la economía. De momento, el euro ha empezado a convertirse en moneda refugio con la subida el martes hasta las 0,92 unidades por dólar. Eso quiere decir que, pase lo que pase, los inversores consideran por ahora más seguro colocar su dinero en Europa que en EEUU. Pero nadie sabe que puede pasar en los próximos días ni en las próximas semanas. Porque, se diga lo que se diga, lo sucedido en Norteamérica pasará a la historia. No sabemos cómo, ni que procesos desencadenará. Pero puede que, a partir del martes 11 de septiembre, el mundo no vuelva a ser el mismo. Estados Unidos, desde luego, no lo será.

En el peor momento

En Portada
Servicios
- Radarbot
- Curso
- Inversión
- Securitas
- Buena Vida
- Reloj Durcal