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Enrique de Diego

¿Choque de civilizaciones?

La cuestión intelectual recurrente es evitar a toda costa el choque de civilizaciones. Bin Laden ha puesto de moda el libro de Samuel Huntington, El choque de civilizaciones. El de Fukujama ha quedado sepultado bajo las torres gemelas. Los intelectuales, se sabe desde Benda, han ocupado la función de los clérigos, aunque con mayor irresponsabilidad. Bajo la apariencia de un consejo estratégico –tan obvio como no generalizar– parece esconderse un principio anticivilizatorio: no debatir, no cuestionar, porque los musulmanes podrían enfadarse.
En lo primero, el principio de responsabilidad personal exige castigar a los culpables no a los inocentes, o a los responsables, y por supuesto desmantelar las bases y santuarios. ¿No es motivo suficiente de intervención en Afganistán el juicio con posibilidad de pena de muerte para unos cooperantes por llevar un crucifijo y biblias? En lo segundo, da la impresión de que sigue ejerciendo cierto efecto subliminal la vieja condena a muerte de Salman Rushdie, que sí puede entenderse como un choque de civilizaciones.

Que las mujeres estén obligadas a llevar burka, o tengan prohibida la atención médica, ¿debe ser interpretado como el principio de una civilización distinta, respetable como excepción cultural? ¿O como una lesión contra los derechos humanos que debe ser denunciada? En mi opinión, es una lesión a los derechos personales. Sería conveniente definir qué entiende cada cuál por civilización, por cultura y por religión. En mi opinión sólo hay civilización si se respeta la libertad personal y los derechos individuales. Esos derechos ¿son conquistas occidentales, manifestaciones de su civilización, o tienen una validez universal?

Aletea en el fondo de muchos de los comentarios la enervante duda de si la civilización occidental existe, o es simplemente una amalgama de complejos de culpa. Es decir, la constante reiteración de que el debate (no sólo el ataque) sobre el Islam debe ser limitado es una contradicción con los valores occidentales que tienen en la libertad de expresión y de crítica uno de sus fundamentos. A cambio, se ven declaraciones de ciudadanos fundamentalistas de Occidente que incitan a la violencia y al genocidio, lo que no entra dentro de esa libertad. Y existe un grave proceso de ocultación, que ya dura años, por el que se silencian genocidios contra cristianos en el Sur de Sudán o en el Norte Nigeria.

Tampoco se indicó el componente religioso de las matanzas en Timor Oriental, ni el salvajismo de los bin Laden filipinos. En muchas naciones islámicas está prohibido abrir iglesias cristianas, y los no musulmanes son ciudadanos de segunda. ¿Es eso una civilización distinta o una situación coactiva y xenófoba contra los derechos personales? A mí me parece lo segundo. Eso no obsta para que prevalezca el principio, tan occidental, de que las personas merecen, por encima de todo, respeto. Faltaría más.

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