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Maite Cunchillos

La libertad de expresión de los acusados

La Ley de Enjuiciamiento Criminal reconoce la facultad de los presidentes de Sala para dirigir los debates de los juicios orales; el magistrado presidente debe garantizar la libertad necesaria para la defensa. Lo que también dice la ley es que el presidente impedirá “las discusiones impertinentes que no conduzcan al esclarecimiento de la verdad”. En una situación extrema de falta de respeto, el presidente puede imponer una multa que oscila entre 5000 y 25000 pesetas y puede también hacer salir de la Sala a quien haga gala de mala educación.

Nadie duda de que los presidentes de Sala tienen la obligación de respetar la libertad de expresión; incluso es humano reconocer que quien se enfrenta a una pena de cárcel puede comportarse bajo una presión superior a la normal. Desde este punto de vista, se podrían entender respuestas malsonantes de Corcuera y Barrionuevo. Lo que no se entiende es la pasividad del tribunal.

Este miércoles, el presidente de la Sala reiteraba en un comunicado el derecho a la libertad de expresión de los acusados. Dos horas después, Corcuera y Barrionuevo convocaban a los periodistas en la calle para volver a arremeter contra el fiscal Luzón: “Es un lince –decían–, en cuanto le das un arañazo, dice papá pupa” (fue precisamente papá Luzón el que acusó a Barrionuevo en el caso Marey). Valoraciones como ésta difícilmente pueden encajar en el derecho a la libertad de expresión. Esas palabras retratan a quien las formula. Resulta difícil imaginarnos ahora a Barrionuevo y Corcuera en una Cumbre Internacional de ministros del Interior.

Por el perfil de los acusados y de los numerosos testigos citados, a Francisco Vieira –presidente de la Sala– le interesa cortar a tiempo los abusos y las groserías. Con un presidente tan tolerante será curioso escuchar, por ejemplo, el interrogatorio que hará el empresario Ruiz Mateos a Felipe González cuando el ex-presidente comparezca como testigo. Da la impresión de que en este juicio televisado, Corcuera y Barrionuevo se han adjudicado el papel de jaleadores; quizá porque Vera sabe que no se puede permitir osadías. Este miércoles lo dejaba muy claro: mientras los dos ex-ministros discurrían cómo atacar al fiscal, el ex-secretario de Estado se dejaba las neuronas argumentando que él no se llevó una peseta de los Fondos Reservados. Y sin levantar la voz. Siempre ha habido clases.

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