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Alberto Míguez

La diversificación del cinismo

Sostiene Nadal (Miquel) que los derechos humanos en China han experimentado un avance considerable en los últimos 25 años. Y lo dice en el Senado hinchando pecho y luciendo el plumaje.

La observación es exacta. En realidad, el gran avance en ese terreno se dio en el último siglo y medio. En la etapa de la dinastía manchú los derechos humanos en China estaban mucho peor. Y qué decir del reinado del emperador Qi Huang Xi, el inolvidable constructor de la Gran Muralla hace más de dos mil años: las cosas avanzaron considerablemente también desde entonces. El Senado debería organizar unas jornadas conmemorativas ante tanto progreso.

Sostiene Nadal que España no denuncia la situación de los derechos y las libertades en la dictadura china porque estas posiciones “maximalistas” no dan resultados. ¿A qué resultados se refiere? Debería decir: nos callamos porque queremos hacer buenos negocios en China (¿quiénes, cuales?). Y como para hacer negocios en el imperio del medio hay que callarse y no molestar a Jiang Zemin y sus compañeros de armas, pues el gobierno español se calla, el secretario de Estado de Asuntos Exteriores aconseja el silencio y rehuir las posiciones maximalistas. Lo mismo cabría decir, por ejemplo, de lo que pasa en Cuba, Corea del Norte, Birmania, Vietnam y otros países en los que también hubo espectaculares avances en los últimos 25 años pasados.

Sostiene Nadal que los empresarios españoles deben invertir en China y diversificar así sus inversiones porque ponen todos los huevos en la misma cesta (Iberoamérica). También sostiene el secretario de Piqué (antes era su jefe de gabinete, va ascendiendo) que pese a la falta de maximalismo del gobierno español en derechos humanos, pese a los memorables viajes de su jefe y del jefe de su jefe a Pekín, los empresarios españoles siguen tercamente invirtiendo en México o en Costa Rica. ¿Por qué será? ¿Será acaso que pese al acollonamiento de tan pulcros funcionarios los chinos no se dejan? ¿O será tal vez que los empresarios españoles no se fían del ministerio de Exteriores, ni de Nadal, ni de su jefe, ni del jefe de su jefe y les importa un pito la cantinela de la diversificación y los negocios en Asia, una historia inventada por el inolvidable ministro Matutes, fundador de la nueva diplomacia española, que hoy reparte sus ocios en lo que solía, negocios en el Caribe y, tal vez, en Cabo Verde?

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