Menú
Enrique Coperías

Ántrax y otras amenazas

El ántrax es una enfermedad que está causada por el Bacillus anthracis, una bacteria del tipo grampositivo que puede afectar a la piel, los pulmones y el aparato gastrointestinal. Hasta hace poco, esta patología recibía en España el nombre de carbunco y se reservaba el nombre de ántrax a una infección bacteriana de la piel, generalmente a nivel de la nuca, que se caracteriza por la aparición de unos furúnculos aislados que remiten lentamente y dejan una enorme cicatriz. En la actualidad, los médicos han adoptado el nombre de ántrax para referirse a la infección causada por el Bacillus anthracis.

De forma natural, el bacilo pasa a las personas a través de los animales, como ovejas, cabras y vacas, que suelen adquirirla cuando pastan en suelos contaminados. El B. Anthracis tiene la perversa facultad de inactivarse y transformarse en una espora, estado en el puede permanecer durante años e incluso décadas. En los humanos, la infección normalmente ocurre al entrar en contacto con animales infectados. La bacteria aprovecha pequeñas heridas o rasguños en la piel para adentrarse en nuestro cuerpo. Pero una persona también puede contagiarse al comer carne contaminada o inhalar esporas o bacterias que flotan en el ambiente. Antes de continuar, hay que decir que, aunque se trata de un mal muy contagioso y potencialmente mortal, el ántrax no se transmite de persona a persona. Sólo puede contraerse por exposición directa al bacilo: la dosis que se considera efectiva está entre 8.000 y 50.000 esporas, aunque hay que decir que no todas las personas que entran en contacto con el microbio llegan a enfermar.

Los síntomas de la infección cutánea pueden presentarse entre 12 horas y 5 días después de la exposición al Bacillus anthracis. Primero aparece una protuberancia de color marrón rojizo, hinchada por los bordes, que poco a poco aumenta de tamaño. La hinchazón se transforma en una ampolla, que se endurece y se rompe por el centro. Cuando esto ocurre, brota un líquido claro y la herida se cicatriza formando una costra negra que los médicos conocen como escara. En ocasiones, los ganglios linfáticos del área afectada se inflaman. Paralelamente, el paciente siente dolores de cabeza y musculares, así como fiebre, náuseas y vómitos. Si estos síntomas no se tratan o se interviene a destiempo, el 20 por 100 de los afectados por ántrax cutáneo fallece.

La enfermedad se desarrolla de forma distinta cuando las esporas son inhaladas. Entonces, los médicos hablan de carbunco pulmonar o enfermedad de los cardadores de lana, ya que era frecuente entre estos últimos. Al alcanzar el tracto respiratorio, las esporas se instalan y multiplican en los ganglios linfáticos próximos a los pulmones. Esto hace que los ganglios se rompan y comiencen a sangrar, lo que facilita la diseminación de la bacteria por las estructuras torácicas. Al comienzo, los síntomas son leves y recuerdan a los de la gripe. Pero esto sólo sucede al inicio de la infección, ya que después la fiebre empeora y en pocos días aparecen dificultades respiratorias, hemorragias internas, edema pulmonar y, en último extremo, shock y coma. También puede ocurrir que los bacilos alcancen el cerebro y se instalen en las meninges. Desgraciadamente, esta forma de ántrax es casi siempre mortal, aunque se trate de forma precoz. Las estadísticas revelan que el 90 por 100 de los infectados no sobrevive al tratamiento.

La tercera forma de carbunco, el ántrax gastrointestinal, es la menos frecuente. En este caso, el Bacillus anthracis se cuela en las paredes intestinales y libera toxinas que provocan una gran hemorragia y necrosis de los tejidos vecinos. Si la infección se extiende hasta el torrente sanguíneo, la situación del paciente puede ser comprometida. En este tipo de ántrax, entre el 25 y el 60 por 100 de los enfermos muere.

En los tres casos, la enfermedad se trata con antibióticos, como la penicilina, la tertraciclina, la eritromicina y el cloramfelicol. Normalmente, los médicos han de manejar combinaciones de éstos y otros antimicrobianos, debido a la existencia de cepas de bacterias resistentes a antibióticos. En el año 2000, la Food and Drug Administration (FDA) estadounidense aprobó el antibiótico ciprofloxacino para ser administrado en caso de guerra bacteriológica. Una de las bazas principales para combatir el ántrax, aparte de la medicación, es la rapidez de actuación. Así es; cuanto antes se trate la infección, mayor será la probabilidad de éxito. También existe la posibilidad de la inmunización contra el bacilo. En la actualidad, el carbunco se puede prevenir mediante vacunas. Ahora bien, la vacunación sólo se recomienda a las personas con alto riesgo de contraer la enfermedad. Éste es el caso de ganaderos, veterinarios, empleados de la industria textil que procesan la lana y el pelo de los animales, y manipuladores de productos cárnicos.

A fecha de hoy, casi nadie duda de que los casos de ántrax que han aparecido en Estados Unidos tienen que ver con un atentado bioterrorista. Los seguidores de Al-Qaeda tienen en sus manos un arma mortal, un agente muy resistente y relativamente fácil de producir en forma de esporas. Habrá que ver si los bacilos espolvoreados en los sobres recibidos por los estadounidenses son naturales o si, por el contrario, corresponden a versiones manipuladas genéticamente. La posibilidad, aunque remota, no se puede descartar. Los laboratorios clandestinos no sólo se dedican a cultivarlas sin más, sino que investigan cómo convertir a los microbios en supermicrobios, implacables e indestructibles.

Lea el artículo completo en La Revista de Libertad Digital

En Sociedad

    0
    comentarios