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Alberto Míguez

Adiós a la inocencia

La severa ley anti-terrorista rubricada por el presidente Bush constituye sin duda una excepción en la historia política norteamericana, ejemplo de respeto a los derechos del ciudadano y a la Constitución. Pero es que la situación interna del país es también excepcional. Y estaba claro que, con los instrumentos legales vigentes, las fuerzas de seguridad e inteligencia tenían enormes dificultades para investigar, localizar, perseguir y castigar a los terroristas actuales o futuros.

Los turistas europeos o de otros países de Occidente se asombraban cuando comprobaban las escasas, por no decir nulas, medidas de seguridad existentes en los edificios oficiales, aeropuertos, transportes colectivos, lugares de esparcimiento, centros de enseñanza, etc. Era rarísimo que la Policía pidiese una identificación al turista accidental y occidental. Y casi imposible que lo hiciera con el ciudadano americano, entre otras razones porque en este país no hay cédula de identidad y se utilizan los más diversos documentos (carnet de conducir, cédula de la seguridad social, etc.) para identificarse o ser identificado.

Este sueño de confianza lo barrió el “martes negro”. Estados Unidos salió ese día de la edad de la inocencia.