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Alberto Míguez

Ni olvido ni perdón

Las negociaciones entre afganos (talibanes y representantes del Frente Unido) para la entrega de Kandahar revelan un aspecto curioso y preocupante para el futuro del país liberado de sus verdugos.

Mientras los nuevos dirigentes salidos de la Conferencia de Bonn prometen perdón y olvido, amnistía y amnesia para el más sanguinario de todos los dirigentes islamistas, el “mulá tuerto Omar”, el gobierno de Estados Unidos ha hecho saber con toda claridad a sus aliados que no habrá amnistía para este individuo y otros semejantes, porque quienes ayudan a los terroristas deben ser juzgados, máxime cuando no hay ni propósito de enmienda ni seguridades de que a la menor ocasión no vuelvan a las andadas. El argumento americano es de una lógica aplastante: quien la hace, la paga. Y ahora le toca pagar al tuerto.

Sin Omar y sus colaboradores, Ben Laden no hubiera desarrollado sus actividades criminales y Afganistán no se hubiera convertido en un campo de entrenamiento para esas infames brigadas internacionales islamistas que son Al Qaeda y demás organizaciones emparentadas.

Ben Laden y Omar son parte del mismo proyecto global y deben responder por sus crímenes ante un tribunal internacional o nacional. Dejarlos en libertad, amnistiarlos y permitir que regresen a su hogar con sus amigos y correligionarios sería una escandalosa incitación para que vuelvan a las andadas. Ha corrido demasiada sangre a causa de tales individuos para que Estados Unidos y la coalición que los apoya pasen página. No habrá ni olvido ni perdón: es la lógica de la derrota y de la guerra.