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Era cierto que existía "Magic"

Ahora es mucho más fácil, pero hace veinte años nos llegaban con cuentagotas a España las primeras imágenes del baloncesto profesional americano. Javier Imbroda, nuestro actual seleccionador, me comentaba que llegó a organizar veladas de "super 8" en su casa para ver qué se cocía por EE.UU. Tras la muerte por agotamiento de la moda del destape, y después de verle a Susana Estrada hasta la campanilla en la portada del "Interviú", la gente dejó de cruzar clandestinamente a Perpignan para pasar a preguntarse qué era exactamente aquello de la NBA. De toda la vida de Dios, el base tenía que ser "bajito" (no le daba yo más de 1,85) y el pívot muy alto. En plena transición empezó a circular el rumor de que los americanos tenían en funcionamiento un base de 2,05 a quien apodaban "el mágico"; un tipo que subía el balón como si fuera un chicle. Servidor que es feo, católico y sentimental, como cualquier español que se precie, dio la cara por Corbalán. "¿Mejor que Juanito?... ¡Anda ya!"

Y no es que Earvin "Magic" Johnson fuera mejor que Corbalán (que, dicho sea de paso, ha sido uno de los mejores bases europeos de todos los tiempos) sino que aquello de la NBA, efectivamente, era otro mundo totalmente distinto al nuestro, otro planeta. Hasta que no lo vi, no pude creerlo. El "32" de Los Angeles Lakers podría haber pasado perfectamente por un "center" en España o Italia, pero allí era el cerebro del equipo. Agarraba el balón y lo botaba, lo botaba, lo botaba... Lo escondía hasta que llegaba a las inmediaciones del aro contrario y anotaba él mismo o, en su defecto, regalaba una asistencia mortal a cualquiera de sus compañeros. ¡Era increible! No nos dimos cuenta de la diferencia real existente hasta que la selección de Antonio Díaz Miguel (q.e.p.d.) llegó a la final olímpica de Los Ángeles. Aún hoy Fernando Romay presume de aquel tapón que le puso a un jovencísimo Michael Jordan, medalla de oro en 1984.

En 1974 se enfrentaban Everett High School y Jackson Parkside. Basket universitario. Después de que Earvin Jonshon anotara 36 puntos, recogiera 18 rebotes y diera 16 asistencias, Fred Stabley -cronista deportivo del "Lansing State Journal"- se acercó al chaval para decirle que desde ese preciso instante sería "Magic" a todos los efectos. Fue un bautismo certero porque hoy el ex de Lakers puede presumir de tener cinco anillos de la NBA, y de haber sido escogido como "MVP" en tres ocasiones. Aquel fue un jugador mítico. El 7 de noviembre de 1992, sabedor de que portaba el VIH, decidió retirarse de las canchas. Ha engordado (buena noticia), y ahora está en España. Se confirma, por tanto, que existía realmente aquel base de 2,05 que subía el balón como si se tratara de un chicle. Lo escondía. Lo descubría. Lo colaba.

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