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Alberto Míguez

El pusilánime y el bandido

Excepcionalmente el presidente colombiano, Andrés Pastrana, ha tomado una decisión lúcida al romper las “conversaciones de paz” (es un decir) con el grupo de delincuentes y criminales autodenominado FARC y emplazarlos para que en las próximas horas abandonen la llamada “zona de despeje”, un territorio que él y sus colaboradores entregaron irresponsablemente a “Tirofijo” (el jefe de la banda terrorista) y sus socios para que allí montaran un mini-Estado dedicado al narcotráfico, el secuestro y otras actividades igualmente rentables.

Cuando aquella cesión se produjo, aquí y fuera de aquí se alzaron jubilosas voces para celebrar la “audacia” (sic) y la sagacidad del Seños Presidente que llegó al Palacio de Nariño con la soberbia pretensión de que pacificaría el país en un tiempo record tras haberse abrazado con “Tirofijo”, el “Mono Jojoy” y otros bandidos notorios. Bastantes dirigentes extranjeros –entre ellos, ay, José María Aznar- aplaudieron, celebraron y apoyaron el llamado proceso de paz consistente en ceder cada día algo más a la subversión mientras ésta ganaba territorio, se rearmaba y se enriquecía.

Los resultados de tanta audacia y están a la vista, nunca la guerrilla había sido más letal y poderosa, nunca el país estuvo más cerca del abismo (los colombianos votan con los pies, huyendo. El año pasado llegaron a España ¡ochenta mil!), nunca el narcotráfico se había extendido tanto ni recogido tantos réditos y nunca tantos colombianos murieron o quedaron inválidos a causa de las bombas, sabotajes, asesinatos y secuestros organizados por esas FARC que ni son “fuerzas armadas” ni son “revolucionarias” ni probablemente sean tampoco colombianas dada la colaboración que les prestan los terroristas del IRA, de ETA, de Palestina y de cuanta escoria criminal hay en el mundo.

Tras varios meses de pitorreo y regateo bajo la cariñosa mirada de un enviado especial de Naciones Unidas -¡hay gente para todo!, diría El Guerra, el torero, no el otro- el pusilámine e incorregible Pastrana ha decidido romper las conversaciones con los “comandantes” guerrilleros (alguno de ellos hizo “cursos de educación cívica” en la Comunidad Valenciana) y sugerirles educadamente que abandonen la “zona de despeje”.

Claro que, conociéndolo, como todos los colombianos saben, en cualquier momento Patrana puede volver a las andadas y “recuperar el diálogo”, es decir, volver a sentarse con Tirofijo y demás colegas como ha venido haciendo a lo largo de los últimos tres años cada vez que los terroristas lo engañaban como a un chino o asesinaban a alguno de sus colaboradores y negociadores. Algo parecido parece dispuesto a intentar con otro grupo terrorista colombiano, el ELN, con quien celebrará “una cumbre de paz” ¡en Cuba! a finales de enero. ¿Alguien da mas por menos?

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