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Maite Cunchillos

Cuestión de fe

La sentencia de la Sección Quinta de la Audiencia Provincial probablemente tendrá más detractores que defensores. Después de conocer el fallo muchos se sentirán insatisfechos porque lo considerarán insuficiente y otros tampoco estarán contentos por el motivo contrario. De lo que pocos dudarán es de que es una sentencia sólida que no la tirará fácilmente el Tribunal Supremo. Cuando terminó el juicio y los magistrados comenzaron a deliberar tuvieron claro que deberían redactar un relato de hechos tan contundente como para pasar la prueba de un hipotético recurso de casación. El relato de hechos puso la primera piedra de las deliberaciones y enseguida los tres jueces de la Sala se dieron cuenta de que sus criterios eran similares, no tendrían problemas ni posiciones encontradas. En esas primeras reuniones de la Sala, según revelan ahora los propios jueces, se ideó un esqueleto de sentencia basado en el uso irregular que desde Interior se había dado a los Fondos Reservados: en esa actuación delictiva diseñada inicialmente por la Sala se hablaba de un plan acordado para enriquecerse y pagar sobresueldos.

Es revelador que en el relato de hechos no aparezca José Barrionuevo y Corcuera sólo resulte mencionado por las entregas puntuales de joyas. En ese esqueleto de sentencia los magistrados hilaban ya, a mano y de manera muy fina, la exculpación de Corcuera y Barrionuevo casi con la misma intensidad como se perfilaba ya el reproche penal para Rodríguez Colorado y Vera. La segunda fase de la deliberación de la Sala comenzó cuando los magistrados se reunieron para acordar los Fundamentos de Derecho de la sentencia. Insisten en que en ese punto de las deliberaciones todavía no sabían quién iba a quedar fuera y quién dentro, pero ya a partir de entonces dan rienda al desahogo de su pluma: no hay certeza de que los ministros conocieran la existencia de los pagos. Sin embargo, en el caso de Vera, aun reconociendo que no hay pruebas directas contra él, la Sala se explaya y reitera su actuación delictiva. Algunos párrafos de la sentencia dan la impresión de que se busca la condena o la absolución según de quién se trate: Roldán es creíble en algunos momentos y no es creíble en otros. La fina ironía se enfoca según procede: "posiblemente sea un buen negocio dentro de sus límites (la ferretería del suegro de Vera) está acreditado que el señor Esquiva ya tenía un Mercedes 180 y varios testigos han declarado que vivía bien, que era generoso, que seguía al Real Madrid por Europa alojándose en hoteles caros...un buen negocio, pero no era un imperio comercial "argumenta la sentencia para desmontar el patrimonio del suegro de Rafael Vera.

La misma ironía se aprecia para exculpar a Corcuera: la sala cree que se le ha criminalizado porque regalar joyas añade una carga afectiva: "si Corcuera hubiera regalado en vez de una sortija, una edición cara de un buen libro, un grabado, o aún dentro del campo de la joyería - y con el más absoluto respeto a los sentimientos religiosos- una cadena de oro con la medalla del Ángel de la Guarda o de la Virgen del Pilar, patrones de la Policía y la Guardia Civil, el regalo de joyas podrá decir del refinamiento o discutible gusto del Sr. Corcuera pero no de la tipicidad de su acción".

Al leer la sentencia se observa también con claridad que la Sala no se ha creído nada la imagen de arrepentido de Julián Sancristóbal. Al elevar la pena de tres años (los que solicitaba el fiscal) a cuatro años, la Sala obliga al condenado a cumplir la pena, ya que los tres años le libraban de la cárcel. Es ésta la única modificación que ha incluido la Sala en las deliberaciones finales. Según cuentan los jueces, al principio pensaban aceptar la tesis del fiscal pero repasando las declaraciones de Sancristóbal se dieron cuenta de que mentía demasiado como para eludir la prisión. José María Rodríguez Colorado es otro al que no le ha salido nada bien su estrategia de defensa. Su testaferro Jaquotot no pasó "ni el primer asalto" ante la Sala: "esa coartada-señala un magistrado de la Sala- fue una barbaridad, la más endeble de todos los acusados, intentó convencernos de que tenía un amigo que cada dos por tres estaba prestándole dinero".

En resumen, las condenas y las absoluciones se dividen por una fina línea que es más una cuestión de fe que pruebas tasadas. En ese empantanado terreno los condenados no lo van a tener fácil para conseguir la anulación de la sentencia.

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