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Alberto Míguez

Un crimen poco común

El ministro de Asuntos Exteriores, Josep Piqué, dijo a los periodistas que le preguntaban sobre el espantoso asesinato de José Luis Percebal que se trataba aparentemente de “un crimen de naturaleza común”, al tiempo que pedía al Gobierno marroquí celeridad y eficacia en desvelar la identidad de los criminales.

Sin ánimo de convertir una frase más o menos afortunada en objeto de polémica y cuando apenas hace unas horas que este crimen nos golpeó a todos, sorprende sencillamente que antes siquiera de que la Policía y los jueces marroquíes aclaren la naturaleza de este horror, el ministro lo declare “común” con toda la carga de ambigüedad que entraña tal clasificación en un momento especialmente dramático tanto para la familia de nuestro compañero como para quienes hemos sido sus amigos y queremos preservar su memoria. Si el señor Piqué no deseaba o no sabía responder a la cuestión, hubiera podido despacharlo con cuatro lugares comunes en los que por cierto es un maestro consumado, como a diario comprueba el equipo mediático habitual que lo sigue obedientemente y los funcionarios que le acompañan con semejante sumisión.

Lo que la opinión pública española desearía saber –y cuanto antes, mejor– es si este crimen tuvo o no sospechosas concomitancias políticas, pudo ser inspirado o dirigido por aquellos a quienes José Luis Percebal criticaba con un coraje admirable en un país donde cualquier gesto o actitud reticente hacia el poder se castiga con severidad y contundencia ejemplares. Ese poder no es ni “común” ni anónimo, tiene nombres y apellidos y cualquiera puede identificarlo con tal de que se lo proponga. Otra cosa es que resulte más cómodo y políticamente más conveniente mirar hacia otro lado, una costumbre que por desgracia ha sido norma en nuestras relaciones con Marruecos en los últimos meses. Y así nos luce el pelo.

Todo el mundo sabe, en Madrid o en Rabat que, dadas las características políticas y sociales del régimen marroquí y los usos y costumbres de su Policía judicial o política, identificar y prender a quien o quienes cometieron este crimen repugnante debería resultar relativamente fácil. Mientras tanto, cualquier especulación sobre las características del delito, además de gratuita es indigna.

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