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Diana Molineaux

Un juego sin reglas

En realidad ha dejado de ser un juego. Poco a poco, los extremistas islámicos van cerrando las puertas al mundo que quieren destruir. Con el asesinato del periodista Daniel Pearl han roto una más de las reglas tácitas para el trato con la prensa.

Los reporteros tienen con frecuencia acceso a donde no llegan los gobiernos y, en nuestros sistemas occidentales, gozan de impunidad cuando protegen el secreto de sus fuentes, que los utilizan a su vez como vehículo para difundir sus ideas. En eso confió Pearl cuando aceptó el mes pasado una oferta para reunirse con posibles cómplices del terrorista británico Richard Reed.

En realidad se enfrentó a la nueva forma de barbarie que rechaza los principios de nuestra civilización al tiempo que trata de aprovechar todos sus resortes en beneficio propio. Pero el juego se les puede acabar pronto.

Para empezar, en Estados Unidos por lo menos, habrá cada vez menos comprensión para los lamentos de musulmanes indígenas y extranjeros por la “discriminación” contra el Islam, que será en realidad el resentimiento provocado por otro atentado en nombre de Alá. Sus autores tuvieron incluso la saña de grabar el asesinato en un vídeo.

Sería comprensible que la prensa rompa también su parte del trato y colabore en la captura de terroristas, aunque en eso hay que confiar menos que en las barreras que nuestras sociedades irán poniendo para cerrar el paso a los terroristas. En cierta forma, será una victoria para los fanáticos que se oponen a las “sociedades permisivas” de la democracia.

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