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Alberto Míguez

Mohamed VI juega fuerte

Al descartar tajantemente la hipótesis de una partición del Sahara Occidental (el Norte del territorio para Marruecos, el Sur, un Estado independiente “polisario”) el rey Mohamed VI ha decidido jugarse el todo por el todo y colocar a la comunidad internacional, es decir, el Consejo de Seguridad, en una posición comprometida y sin salida fácil. El rey de Marruecos dijo el otro día en El Aiun, capital administrativa de las “provincias del sur” (como los medios de comunicación marroquíes denominan al Sahara occidental), que la única opción aceptable para Marruecos sería el llamado “Plan Baker” que prevé una autonomía amplia de cinco años para la ex colonia española al cabo de los cuales se celebraría un plebiscito “de confirmación” para integrar al Sahara definitivamente en el reino.

De un plumazo, Mohamed VI rechazó la posibilidad tanto de una partición como de mantener el actual statu quo, es decir, la permanencia en el territorio de la Minurso (misión de Naciones Unidas para el Sahara Occidental) hasta que concluya la elaboración de un censo de votantes, algo que, según las autoridades marroquíes “puede tardar entre diez y quince años” dado que deben analizarse más de cien mil peticiones de inscripción, un proceso largo y controvertido. Esta opción –mantenimiento del statu quo– es la que menos ilusión le hace al secretario general de la ONU, harto de un problema que está enquistado y cuyas posibilidades de solución por acuerdo de ambas partes, son muy limitadas. Kofi Annan ha dicho en múltiples ocasiones a sus colaboradores que está harto del problema sahariano y que si la situación se eterniza, habrá que pensar en una retirada unilateral de la Misión.

Pero esta retirada hoy por hoy es imposible y difícilmente podrá avalarla el Consejo de Seguridad porque equivaldría a tirar la toalla en un asunto que tiene más de veinticinco años de antigüedad y que eventualmente puede convertirse en detonante para una crisis regional de consecuencias incalculables. La preparación de un referéndum casi improbable (aunque no imposible) y el mantenimiento de la Minurso cuyo coste sigue subiendo y cuyos resultados sobre el terreno son muy modestos, aparecen como la única salida viable al conflicto dado que Argelia y el Polisario jamás tragarán el llamado “Plan Baker” y Marruecos acaba de rechazar tajantemente la partición porque la creación de un Estado independiente saharaui era una añagaza de Argelia para lograr la tan deseada salida al Atlántico.

Mohamed VI estaba convencido hace meses que el Plan Baker obtendría un apoyo internacional apabullante –contaba con el de Francia y Estados Unidos– pero la realidad se ha encargado de moderar sus esperanzas. En los momentos actuales ni el propio James Baker, su “inventor” apoya la opción con entusiasmo hasta el punto de que días pasados dio a entender que la partición del territorio era también una “opción viable”. En las próximas semanas, Marruecos deberá potenciar el “frente exterior” (es decir, el diplomático) para convencer a los miembros del Consejo de Seguridad que apuesten por el Plan Baker y se olviden del resto de las opciones. Es una tarea complicada en la que le vendría muy bien el apoyo de España, antigua potencia administradora y parte interesada en el proceso. Pero las relaciones hispano-marroquíes siguen bajo mínimos y el gobierno de Madrid no sabe muy bien qué hacer ni que decir cuando se le pregunta sobre el futuro de la ex colonia. Lo que late en el fondo es una voluntad decidida de no meter la mano en el avispero sahariano porque perro escaldado del agua huye, como diría el refrán.

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