Se trata de una pérdida de tiempo y plata, porque todos sabemos que Fidel seguirá haciendo lo mismo; es decir, dictadura con pobreza, prohibición de emigrar, represión por manzanas, paredón y toda el desastre comunista que costó al mundo 100 millones de muertos en el siglo XX. Los viejos no cambian, aunque debe reconocerse que ahora Cuba no cuenta con los millones que antes le pasaban los soviéticos, de tal forma que su peligrosidad es menor.
Además, ya hemos aprendido que, por definición, los marxistas no violan los derechos humanos. Es simple: los que no son progresistas no son humanos ni menos tienen derechos. No interesan a nadie, ni siquiera a los verdes extremos, que defienden a todo bicho.
Cuba comunista ha entrenado, financiado y dirigido operativos de terror en buena parte del mundo. En el caso chileno, además, regaló armas y dinero a variadas causas y próceres, y costeó miles de viajes a la isla para educar a muchos políticos que hoy adornan el Congreso chileno o nos gobiernan a punta de impuestos y regulaciones que limitan la libertad.
Los compatriotas terroristas o extremistas, obviamente tienen relaciones con Cuba. Es como su madre patria y sus gobernantes los protegen a como dé lugar y ellos le guardan lealtad. La lógica revolucionaria elemental nos dice que si hay que guardar secretos por la causa, se guardan, y si se requiere mentir, se miente, sin que sea necesario ni confesarse ni ponerse colorado. Es la moral revolucionaria, a la cual Fidel no ha renunciado y algunos en Chile tampoco. Nuestros gobernantes saben que circula gente que no entiende la política como corresponde a demócratas. Por esto debieran aplicar la ley parejamente a todos, y no seguir dando la impresión de una dispensa especial a terroristas, guerrilleros, progresistas y hasta delincuentes comunes. Esta aproximación nos llevó a la tentación totalitaria de la UP y, en cualquier sociedad, puede conducir a crisis políticas por la falta de equidad.
La relajación en materia de delitos y castigos, la tolerancia con cuasi terroristas mapuches, el entreguismo de platas a los funcionarios de la movilización amenazante, los indultos y favores sólo para revolucionarios, el juntar a los matadores de Jaime Guzmán para pasear en helicóptero y el hacerse los lesos con Cuba no indican una conducta coherente con un Estado de derecho. ¿Qué harán con los simpáticos comunistas que ahora amenazan con portarse mal?
Menos mal que como buenos súbditos de EE.UU. nos alineamos rápidamente con el Presidente Bush en lo del terrorismo. Al igual que en la guerra contra el narcotráfico, en lo que mantenemos una política que no sirve para nada.
Este gobierno más que ninguno, precisamente por ser socialista, tiene que ser claro, duro y justo en la represión del delito, la violencia y el terrorismo. Tiene que demostrar que ya no creen en la justicia de clases o en que los jueces son simples títeres de los capitalistas. Incendiar y robar propiedades es siempre un delito, aunque lo lleven a cabo indígenas, pobres, menores o estudiantes, o se trate de operativos de bajo monto. No es posible que no se puedan dejar autos en la calle sin que los desvalijen, ni salir al centro en la noche y hasta en el día, sin que nos desplumen. El terrorismo debiera sancionarse como cualquier delito, y la condición política o económica no es atenuante. Una sociedad libre que progrese no puede funcionar sin un Estado de derecho, limitado y pequeño, con leyes parejas y un Poder Judicial de miedo, independiente, junto con un aparato de seguridad de verdad, que no tenga que estar dando explicaciones a indígenas, pobres, comunistas, guerrilleros o izquierdistas. Es esto lo que importa, y no lo ya sabido, de la tradicional protección cubana a los terroristas.
© AIPE
Álvaro Bardón es profesor de economía, Universidad Finis Terrae, y fue presidente del Banco Central de Chile.
Este artículo, junto a otros artículos de Carlos Ball o Pedro Salinas, se publican en La Revista de América de Libertad Digital. Si desea leer más, pulse AQUÍ
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