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Alberto Míguez

El sátrapa y la calle

El pintoresco y esperpéntico espadón Hugo Chávez se ha ido o más bien “lo han ido” sus hasta ahora sumisos compañeros de armas en un movimiento rápido y cruento. Los militares que completaron la faena de dimitirlo, destituirlo o despedirlo advirtieron previamente que aquello no era un golpe de Estado ni un cuartelazo sino algo parecido a una operación quirúrgica: había un tumor y se ha extirpado.

Previamente quedaron sobre el pavimento veinticinco ciudadanos asesinados por las bandas de delincuentes de las que se prevalía el presidente “bolivariano” para chantajear, amenazar y rendir a la ciudadanía: la responsabilidad de estos crímenes inicuos cae directamente sobre el amigo y compadre de Fidel Castro y por ello debería ser juzgado.

No fueron los militares venezolanos, sin embargo, quienes sacaron del sillón presidencial a Chavez: fue la ciudadanía, la gente, la calle. Desde hace meses los ciudadanos de Caracas y otras ciudades salían a la calle derrochando valor y dignidad para pedirle a este payaso sanguinario y corrupto que se largara. Y Chávez respondía enviándoles al ejército, la policía, sus bandas de la porra y sus funcionarios para que los machacaran. En un tiempo record, este idiota parlanchín y analfabeto había logrado alienarse el apoyo de todos los sectores de la sociedad civil, empresarios, trabajadores, profesionales, universitarios, curas, tenderos, técnicos..¡hasta los chabolistas y las prostitutas! Peor, imposible.

Aparentemente la pesadilla ha concluido, Venezuela debe recuperarse ahora de esta locura mediante una administración honesta y competente, aunque sea provisional, en espera de que el disparate de una Constitución hecha a medida por el sátrapa se revoque o reforme esencialmente. El objetivo principal de este nuevo gobierno debería ser simple y difícil: no volver a las andadas, no reincidir en la partidocracia corrupta (Carlos Andrés Pérez and company) que suele conducir directamente a la tiranía y la locura caprichosa de un espadón o varios. Y reconciliar a los venezolanos, con ellos mismos y con la política después de tres años de ebriedad y de paranoia. No será fácil.

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