En los últimos tiempos, la prensa nos ofrece llamativos y decepcionantes desencuentros entre fiscales y jueces. Por recordar algunos, ahí está la resolución del Tribunal Supremo que rechazó la querella del Ministerio Fiscal contra un miembro de HB que dio gritos a favor de ETA, o la muy reciente decisión de la Audiencia Nacional de poner en libertad, en contra del dictamen del fiscal, a un procesado por tráfico de drogas a gran escala, que ha aprovechado la ocasión para fugarse. No ignoro que la Constitución proclama la independencia de los jueces en el ejercicio de su función jurisdiccional, pero tampoco se me pasa por alto que esa misma Constitución encomienda al Ministerio Fiscal promover la acción de la justicia en defensa del interés público tutelado por la ley, con sujeción a los principios de “legalidad e imparcialidad”, declaración que deberíamos considerar muy serenamente.
Hace tiempo que se encendió la mecha del proceso de devaluación del Ministerio Fiscal y no creo que nadie niegue que a estas alturas se ha llegado demasiado lejos. La culpa es de quienes se empeñaron y siguen tercamente empeñados en barrer con todo lo que es justicia, aunque tampoco descarto que quizá estén asomando ya por el horizonte de algunas de aquellas seseras los primeros síntomas del arrepentimiento.
Al Ministerio Fiscal se le ha perdido el respeto desde que algunos, en su afán por controlar todo, lo degradaron hasta cotas muy bajas, aunque no faltaron las resistencias de fiscales muy dignos, independientes de juicio y de corazón que hicieron –y hacen– todo lo que está a su alcance para curar la dolencia, empezando por vencer al virus de la politización de la carrera a la que pertenecen. El fuego, queridos fiscales progresistas, sin duda, es hermoso, pero quien juega con fuego acaba quemándose o, en los casos más inocentes, orinándose en la cama.
No es este lugar el más apropiado para apuntar tesis y argumentos. Quede para mejor ocasión el desarrollo de lo que aquí no más ligeramente anoto. El mal está señalado y poner el dedo en la llaga, dado el tamaño de la misma llaga, tampoco lo reputo obra de gran tamaño. Ahora, lo que se precisa es hacer meditar sobre esa resolución de la Audiencia Nacional y otras semejantes, a las que lo más prudente es llamarlas erróneas e injustas. Con toda firmeza de la que soy capaz, propongo que quienes deben hacerlo tomen conciencia de que el Ministerio Fiscal sea respetado en los términos que todos deseamos. Y no olviden algunos jueces que más importante, si cabe, que la independencia e incluso que la libertad es la justicia. Al menos, unas y otra, son inseparables. Lo dijo Camús: si el hombre falla en la justicia, habrá fracasado en todo.

Conclusiones provisionales

En España
0
comentarios
Servicios
- Radarbot
- Curso
- Inversión
- Securitas
- Buena Vida
- Reloj Durcal