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Alberto Míguez

El Lobby

Americanos, británicos y franceses forman ahora el “lobby” favorable a la aplicación del llamado “Acuerdo-marco” o Plan Baker en el Sahara occidental que prevé una autonomía limitada del territorio durante cinco años dentro de la soberanía marroquí. El Acuerdo daría el carpetazo al pendiente referéndum de autodeterminación que hasta ahora constituía la doctrina principal de Naciones Unidas desde 1975 en que se produjo la ocupación de la entonces colonia española por Marruecos y Mauritania mientras agonizaba el general Franco.

Tras aquella deleznable cesión –el llamado Tratado de Madrid- los sucesivos gobiernos españoles consideraron que se había cedido la administración, pero que el proceso de autodeterminación no había concluido y no concluiría hasta que los habitantes del territorio no se pronunciaran sobre su futuro en referéndum. Esta sigue siendo la doctrina oficial de España y no hay razón alguna para cambiarla máxime cuando el difunto Hassan II, padre del actual rey, aceptó en 1991 el principio del referéndum y aseguró que se celebraría. Después, el “joven rey” Mohamed VI cambió el fusil de hombro y tras anunciar a finales del año pasado que había resuelto ya el contencioso en términos favorables a su integración en Marruecos, desplegó toda su diplomacia para imponer el Plan-Marco de Baker. El presidente Bush y sus colaboradores han hecho lo posible para que así fuera. Hasta ahora no lo han logrado.

Un claro olor a petróleo

Trasciende de este lobby un claro olor a petróleo y otras materias primas, un asunto que a Bush le interesa sólo relativamente. Lo que más le interesa es “cumplir” con su joven aliado Mohamed y mantener a Marruecos en el papel ancilar o auxiliar dentro del mundo árabe como valladar contra el terrorismo y el integrismo islámico. En estas cuestiones la diplomacia americana no ha sido precisamente muy sagaz ni previsora: recordemos el caso del Sha y el acceso al poder de Jomeini y sus amigos. Aunque Mohamed VI no es Reza Palhevi, ni Marruecos la antigua Persia, no cabe duda de que cualquier régimen autoritario y con niveles de corrupción considerables constituye una incitación a la rebelión civil que se sabe cómo empieza pero no como termina.

El tópico de que en Marruecos no hay peligro integrista porque el rey es el “comandante de los creyentes” no deja de ser una hipótesis inverificable, máxime cuando se leen los textos de la más poderosa y numerosa tendencia islamista del reino, la organización Justicia y Caridad, del jeque Yassin y que dirige su hija con mano de hierro. Las acusaciones de indecencia, impiedad y provocación a los más pobres con que ha sido evaluada la fantástica boda del Mohamed VI es una prueba bastante clara de lo que piensan los seguidores de Yassin sobre el monarca y sus colaboradores.

La UE, dividida

La batalla vivida en el Consejo de Seguridad sobre el futuro del Sahara es intensa y probablemente no concluirá con la victoria rotunda de quienes intentan imponer su punto de vista sin soluciones transaccionales. Para Marruecos –y, por supuesto, para su lobby tripartito- la posición de la UE es clave. Pero esta posición no está nada clara: hay países como, por ejemplo, Dinamarca -que hoy preside la UE- que se oponen claramente al Plan Baker y otros, como Italia, que no saben muy bien qué hacer. Aznar y sus consejeros dudan entre apoyar o no al Plan e intentan proponer un imposible compromiso: una solución consensuada por las dos partes en conflicto y que garantice el derecho de autodeterminación pendiente. Algo parecido a la misa con sexo y violencia, vamos.

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