Tras años de esfuerzos, los partidarios de cambiar la política hacia Cuba están más cerca que nunca de acabar con el embargo, mientras que el exilio cubano se agarra desesperadamente al presidente Bush como su última tabla de salvación.
Hace ya tiempo que las dos cámaras votan con amplias mayorías para permitir ventas humanitarias o para autorizar los viajes a Cuba, pero las presiones del exilio consiguieron paralizar el proceso legislativo hasta que el año pasado no pudieron impedir la ley que permite vender alimentos y medicinas.
Ahora, el acuerdo entre Senado y Cámara de Representantes para levantar la prohibición a los viajes y para acabar con las limitaciones a las remesas a los familiares en Cuba parece inevitable, a no ser que Bush utilice una de las armas más contundentes en el arsenal de los presidentes y vete el presupuesto del Departamento del Tesoro en que van las enmiendas que eliminan parte del embargo.
El exilio cubano le emplaza a que cumpla con su promesa de vetar cualquier ley que levante el embargo, pero esto significa que Bush habrá de escoger entre sus partidarios de la Florida y un presupuesto con miles de millones de dólares dedicados a la lucha contra el terrorismo
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