El mamut estatal parecía difunto, o preso de sopor veraniego (tres días de humano calor y los parisinos se quejan), dejando las reformas anunciadas –que no son las buenas– para después de la siesta; y de pronto, un ligero temblor en el dedo meñique nos revela que no está muerto del todo. Ya dije que no me gustaban las primeras medidas del nuevo Gobierno, únicamente represivas, a la vez que latosamente tradicionales: utilizar las largas vacaciones de verano para aumentar los precios. El Ministro de Economía, Francis Mer, constatado que los anteriores inquilinos habían dejado las arcas vacías, y como le obligaban a reducir los impuestos, tuvo una idea genial: aumentar los precios de los servicios públicos. Pero la economía, pese a lo que tantos piensan, no consiste sól en meras operaciones contables, ni es ciencia exacta. Por ello, el Primer Ministro, utilizando hábilmente la sorpresa, se ha opuesto a que se aumenten también y como previsto, las tarifas de EDF y de Correos. La oposición y su prensa, que criticaban el alza de los precios y la congelación de los salarios, demostrando su habitual incoherencia, critican ahora que no se aumentan éstos porque, dicen, ponen peligro el futuro de estas dos grandes empresas estatales. Cualquier cosa, mariposa.
También por sorpresa, Jean-Pierre Raffarin, fue a Córcega, mientras el superministro de Interior, Nicolas Sarkosy, realizaba la gira habitual, pensando, como sus anteriores colegas, arreglarlo todo por arte de BIRLIBIRLOQUE. Algunos dicen que fue para apoyar a su ministro en este delicado dossier corso, pero yo más bien pienso que quiso afirmar su autoridad. No nos olvidemos que Sarkosy quería ser Primer Ministro, y que no ha perdido esperanzas para mañana. Conocida es la peculiar situación de la isla, con su problema no resuelto del terrorismo nacionalista, como el más opaco y estrechamente vinculado de las mafias político-gangsteriles. Después del fracaso de los “acuerdos de Matingnon”, anticonstitucionales, y la reconversión a jardinero de Lionel Jospin, le quedan dos bazas al Gobierno Raffarin: como él y su ministro han anunciado en Córcega, en cuanto a la primera, se trata de enmarcar la autonomía de la isla en una amplia descentralización de las provincias francesas, tantas veces anunciada, nunca realizada. Esto enfurece a los Otegis corsos, quienes pretenden que Córcega nada tiene que ver con Alsacia o Bretaña, pongamos, ya que allí nació Tino Rossi. La segunda es que los nacionalistas corsos han sufrido una aplastante derrota en las últimas elecciones legislativas, apenas un 20 %. Dato simbólico, el propio José Rossi, presidente de la Asamblea corsa y principal negociador isleño de los difuntos “acuerdos de Matignon”, ha perdido su escaño de diputado en la Asamblea Nacional, mientras que todos los que se oponen a la independencia han sido reelegidos. Este es un dato importante que se tendrá en cuenta, es de esperar, en las próximas negociaciones. Mientras tanto, y siempre según la tradición, los contribuyentes de la metrópoli, tendrán que pagar, a través del estado, nuevas subvenciones a los corsos, para que puedan ampliar su compra de armas y de cocaína.

La sorpresa como método
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