El ministro de Interior francés, Nicolás Sarkozy, ha puesto fin –todo indica que definitivamente– a la política de mezquindad e indiferencia que durante más de veinte años los gobiernos franceses –especialmente los de Miterrand– han practicado en lo relativo al terrorismo etarra. Y lo ha hecho de forma inequívoca, tanto de obra como de palabra.
Al anuncio de la detención en Francia de dos sanguinarios etarras –Marcos Sagarzazu Oyarzábal y Francisco Javier Irastorza Dorronsoro, responsables, al menos, de seis atentados– Sarkozy ha añadido la voluntad de Francia de establecer comisarías conjuntas a ambos lados de la frontera. A lo que se une la proyectada constitución de patrullas mixtas, que permitirán continuar la persecución de los etarras que hasta ahora han burlado a nuestras fuerzas de seguridad huyendo a Francia.
Asimismo, el responsable de Interior francés ha destacado la “identidad absoluta” de las posturas de ambos países en materia antiterrorista y ha manifestado la intención de su Gobierno de “comprometer todo lo que tenemos para obtener resultados y que nuestros encuentros sean lo más concretos y fructíferos posible”. Si bien desde 1992 –cuando fue desarticulada la cúpula etarra en Bidart– la colaboración francesa en la lucha contra Eta había sido satisfactoria en líneas generales –aunque con algunos altibajos– las declaraciones de Sarkozy, quien reconoce que esta colaboración más estrecha no se había producido hasta ahora “por culpa nuestra”, hacen concebir las mejores esperanzas de cara al futuro. La policía francesa no sólo colaborará en la detención de los terroristas, sino que también se implicará en la persecución de las finanzas de Eta.
Esta nueva política francesa de estrecha colaboración con España en la lucha antiterrorista, además de llegar en un excelente momento político –cuando los nacionalistas vascos ex moderados han optado por la vía del radicalismo– viene avalada por una personalidad emergente en el “neogaullismo”. Sarkozy figura como uno de los candidatos más firmes para convertirse algún día en primer ministro, lo que garantiza en un futuro próximo la excelente disposición de Francia en materia de colaboración antiterrorista.
Los etarras pueden despedirse de su santuario francés y, probablemente, de otros refugios europeos que hasta ahora han venido utilizando para burlar la acción de la justicia española. A partir de ahora, la enorme influencia de Francia en la Unión Europea jugará a nuestro favor, y posturas como la de Bélgica –que no hace mucho rehusó extraditar etarras por considerarlos “perseguidos políticos”– cada vez serán mas inverosímiles.
Sea celebrada sin ningún tipo de reservas la decisión del Gobierno francés de colaborar con España en la extirpación del cáncer etarra, que amenaza metástasis, por cierto, en el país vecino. Hoy puede decirse que Francia hace honor para con España a su tradición de defensa de la libertad y de la civilización.

ETA se queda sin santuario

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