El mundo del boxeo y todo lo que lo rodea sigue ofreciendo material fresco a los guionistas de Hollywood, y me estoy refiriendo a "Ali", el biopic del innovador Michael Mann basado en la vida de Muhammad Ali, o "Invicto", film del veterano artesano Walter Hill y que al boxístico añade otro género de éxito comprobado, el carcelario. Acabo de ver esta última y tengo que decir que Hill se encuentra en plena forma. En "Invicto" nos cuenta la historia de un combate, el que enfrentará a George "Iceman" Chambers (Ving Rhames), campeón mundial de los pesos pesados, con Monroe Hutchen (Wesley Snipes), invicto campeón de una especie de "open" entre prisiones. Está más claro que el agua que el primero, Iceman, que ingresa en la cárcel debido a un caso de violación, es en realidad Mike Tyson, y que el segundo podría ser cualquiera puesto que la mala vida y la mala suerte han sido en demasiadas ocasiones nutrientes del boxeo profesional, válvulas de escape perfectas hacia un mundo mejor. En un momento determinado de la película Rhams-Chambers realiza la siguiente afirmación: "yo soy un gladiador; la gente juega al golf, no juega a boxear".
Sin destriparles la película a aquellos que todavía no hayan podido verla, sólo diré -y es más que suficiente- que el "happy end" propuesto por Hill, acosado quizás por esas modernas encuestas a pie de cine y previas al estreno que ahora realizan entre los espectadores, es irreal. El ficticio campeón del mundo es un chulo, un prepotente, un tipo mal encarado, sí, pero es el campeón mundial. El invicto campeón de la prisión de máxima seguridad es un hombre tranquilo, paciente, un tipo que paga con la cárcel probablemente el único error de toda su vida, pero no es el campeón del mundo de los pesos pesados.
En la madrugada (hora española) del pasado domingo les sirvieron a Mann, Hill o cualquiera otro -yo estaba pensando en Oliver Stone o Steven Spielberg- el guión para su próxima película. Ya tiene titulo, "Odio en la Sangre", aunque aquí no podrán variar el final. Oscar de la Hoya, el digno sucesor del eterno Julio César Chávez, y Fernando Vargas, dirimieron en el hotel casino Mandalay Bay de Las Vegas todas sus diferencias -y a fe mía que eran muchas- hasta que sólo quedó en pie uno de ellos dos. En un combate sangriento, y a pesar de que cuando entras en la página web oficial de Vargas una de las "pestañas" se anuncia como "next victim", De la Hoya demostró que era el mejor, el número uno, el genuino "golden boy". Cuentan que Vargas tuvo que ingresar de inmediato en un hospital local para ser sometido a exámenes como medida de precaución tras la tunda sufrida. ¿Otra película de boxeo?

"Odio en la sangre"
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